lunes, 23 de septiembre de 2013

Entrevista Liora Stavchansky


            
                                                                                                                         Entrevista realizada por
Karina Esparza Pavliuchenko
Laura Daniela Mercado Cisneros
Liora Stavchansky,  psicoanalista y  catedrática, mayormente conocida por su práctica clínica psicoanalitica con niños y la docencia académica de psicoanalisis, psicología y literatura infantil, con toda la amabilidad y mucha calidez nos recibió en su consultorio para compartir un poco de su experiencia a través de esta entrevista.
Doxa: Antes que nada queremos agradecerte esta entrevista y para empezar nos gustaría preguntarte ¿cuál ha sido tu formación como psicoanalista?
Liora: Primero que nada muchas gracias por la entrevista. Me formé como psicóloga educativa en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco y de ahí empecé con un gran interés por el psicoanálisis, lo cual me llevó a estudiar la maestría en el CIEP (Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos) que ya no existe ahora, pero que estaba dirigido por el Dr. Nestor Braunstein. A la par con la maestría, empecé con los estudios de unos seminarios privados impartidos por distintos psicoanalistas, algunos que daban clases ahí y otros que no. Al mismo tiempo de la maestría tuve la oportunidad de empezar a atender pacientes y tomé la decisión de trabajar con niños. El primer paciente que yo recibí fue un niño, y, de pronto, ya estaba trabajando con niños y a partir de eso me empecé a preguntar ¿por qué los niños? Pero ya estaba subida a ese barco; entonces, a partir de ahí empecé con el interés por la infancia, por lo infantil, por el niño y por el psicoanálisis con niños. Apliqué para estudiar otra maestría en Inglaterra, en la Universidad de Coventry, que es una universidad que esta al norte de Londres, y ahí estudié una maestría en estudios de literatura infantil que tiene que ver con literatura y con filosofía con relación al texto infantil. Esto me sirvió mucho como herramienta para el psicoanálisis, para verlo en otro campo mucho más crítico, literario y cultural con relación a la infancia y de ahí  poder articularlo con el psicoanálisis. Realmente me reconoce mucha gente como psicoanalista de niños, pero también trabajo con adultos, aunque mi investigación se ha ido por la parte de la infancia. Hace dos años terminé el doctorado en psicoanálisis en el Colegio de Psicoanálisis Lacaniano y a partir de ahí publiqué mi tesis, la cual se convirtió en mi segundo libro. Anteriormente ya tenía un primer libro publicado que se llama “Entre hadas y duendes: psicoanálisis, infancia y escritura” y el segundo, que acaba de salir, se llama “Tejiendo la clínica: entre el niño y el Otro”. El primero no es clínico, el segundo sí es clínico y va encaminado a cuestiones de infancia. Entonces, me formé como psicoanalista (sin olvidar que tambien soy psicóloga), me dedico al psicoanálisis, mis estudios son psicoanalíticos, las clases que doy tienen que ver con el psicoanálisis y el cruce con la literatura y ciertas cuestiones de la educación, pero siempre como base el psicoanálisis.
Doxa: ¿Por qué eliges el psicoanálisis?
Liora: Cuando yo estaba estudiando la carrera de psicología siempre me atrapó el psicoanalisis. Desde que empecé a estudiar el psicoanálisis durante la carrera me puse a leer mucho y de una forma muy apasionada. Leía los libros que me dejaban y buscaba otros. Me empezó a gustar la forma de pensar del psicoanálisis. Me parece que el psicoanálisis no es una corriente ni de psicología, ni de filosofía, ni de psiquiatría; es una forma de pensar que uno adquiere cuando está en analisis y es un pensamiento al que es muy difícil poder renunciar una vez que uno lo adopta.
Doxa: Podrías platicarnos un poco de ¿cómo logras enlazar el psicoanalisis lacaniano con los niños?
Liora: Es una pregunta muy interesante que me interpela todo el tiempo, entonces, intentaré contestarte con otras preguntas que me hago. Es cierto que la situación del psicoanálisis en niños en sí misma es toda una discusión, ¿qué es el psicoanálisis con niños? ¿Realmente se puede hacer psicoanálisis con niños? El psicoanálisis trabaja con el sujeto y el sujeto no tiene edad, el sujeto no es una cuestión evolutiva y sobre todo desde la perspectiva lacaniana. Tiene que ver con una cuestión estructural; lo que cambiaría en el trabajo con niños no es la escucha misma, es el dispositivo: lo que devuelves, el espacio analítico, el espacio clínico es lo que cambia, pero ni la escucha ni la forma de pensar.
Existen diversos psicoanalisis que reconocemos como psicoanalisis de niños: el de Donald Winnicot, de Françoise Dolto (que son los más cercanos a Lacan), tambien está el de Melanie Klein y de Ana Freud (que tienen una visión distinta). Lacan toma las preguntas de Freud pero para contestarlas de una forma distinta; no es que continue con la propuesta freudiana, hace una articulación completamente distinta con los mismos ingredientes que trabaja Freud. Por decirlo de alguna manera, es otra forma de ordenamiento del psicoanalisis, es un reinventar el psicoanálisis. Lacan lo reinventa, no lo inventa, en un “re” de “repetir” pero siempre con diferencia. Entonces, ¿cómo esto interpela en la cuestión de los niños? El psicoanálisis es una propuesta que trabaja con lo infantil, sin embargo, Freud nunca trabajó con niños. Entonces, ¿cómo es posible que podamos entender una propuesta que trabaja con lo infantil y no toca los niños? Aunque Freud trabajó con el papá de Hans, a Hans lo vió 2 veces, es decir, no trabajó directamente con Hans. Pero es interesante cómo a partir del papá hubo efectos en Hans. No importa si Freud se equivocó, afortunadamente tuvo errores y por eso el psicoanálisis continua. Trabajamos con el equivoco, es ahí donde queda la cuestión estructural. Es decir, hay algo que se mueve en los mismos lazos sociales que tiene efectos subjetivos. A lo que voy es que el niño es el efecto de la estructura que lo arroja, entonces, ¿por qué no trabajar con él? ¿Por qué no tener efectos analiticos con él? ¿En dónde está la responsabilidad que podría tener el niño? Por supuesto que el niño es responsable de lo que dice y lo que hace, no es una responsabilidad juridica, consciente y autónoma, como la que conocemos en el derecho. Pero sí es una responsabilidad subjetiva en donde el niño se puede hacer cargo de lo que dice y lo que hace. ¿De qué forma? Esa es la apuesta por el psicoanálisis y los efectos tal vez no tienen tanta claridad, como el adulto cuando dice “ya me cayó el veinte” o “ya sé por donde va la cosa”. El niño no lo va a decir así, pero de pronto va a hacer comentarios que no hacía, preguntas que no hacía y no se da cuenta conscientemente de lo que está pasando, pero empieza a hacer una serie de movimientos estructurales familiares que van marcando un cambio en la estructura, en las coordenadas. Esa es la apuesta con la que yo he trabajado, el libro que publiqué hace poco tiene que ver con eso, es una visión lacaniana del trabajo con niños. A partir de mi experiencia es que voy a la teoría para pensar la clínica, no al revés, es decir, el psicoanálisis es clínica y la teoría permite pensar la clínica. Entonces, a través de mi trayectoria como analista he tenido muchas preguntas, sigo teniendo muchas preguntas, entonces el libro es una pregunta  sobre el trabajo con niños y cómo finalmente se pueden construir esas preguntas analíticas. Si la pregunta es ¿se puede trabajar psicoanalíticamente con niños desde Lacan?, - mi apuesta es que sí. No sé si es psicoanálisis ortodoxo o no, porque no hay diván con niños, pero no por eso es menos analítico.
Doxa: ¿Qué diferencias podrías subrayar entre el trabajo con los adultos y el trabajo con los niños desde el psicoanalisis?
Liora: El dispositivo. Aquí me refiero a todos los elementos que se reúnen en un espacio clínico. En el niño, a diferencia del adulto, como decía, no hay diván, como conocemos el diván; no hay indicaciones claras en relación a “diga lo que se le ocurra”; él actúa lo que se le ocurre, el niño es más acto; el discurso está más en el acto que en la articulación verbal de las palabras. Entonces, el niño está jugando y la lectura es que, obviamente, es un discurso, una cadena significante y se construye de la misma forma que en el adulto, porque es un sujeto. Cuando se recibe a un niño en el consultorio, la apuesta está en el sujeto, la escucha está en el sujeto, no se me olvida que es un niño porque lo veo, pero la apuesta está en una posición subjetiva. Entonces, hay diferencias desde el modo físico del consultorio, hasta la posibilidad de contacto. Es decir, el niño te toca, te dice, te cuestiona; es un cuestionamiento que sí pasa por lo real (el cuerpo) y la apuesta está en su propio discurso, no en la relación imaginaria con el analista, que esa es la parte más difícil para el analista. Por ejemplo, si el adulto te pregunta cosas de tu vida, uno se mantiene callado o le pregunta qué importancia tiene eso; el niño cuando te pregunta cosas de tu vida, es que ya hay una construcción transferencial por lo que quiere saber de ti, entonces, sí hay respuesta, ahí sí se vale. Cuando te toca o te pregunta te quiere saber y eso tiene que ver con una posibilidad de lazo social de transferencia simbólica; también imaginaria porque es hacia tí, simbólica porque ya construye un discurso a partir de eso y real porque están los cuerpos. Claro que en el adulto también, pero hay una interlocución diferente.
En el trabajo con niños existe otra dificultad: la transferencia no se sostiene solamente con el niño, sino tambien con los personajes de la historia en la realidad (mamá, papá, maestra, etc). Es decir, se mantienen dobles o triples transferencias que al mismo tiempo es una pero está diversificada. El niño puede tener transferencia pero si la madre no, entonces, no te lo trae a la sesión. Entonces, se juegan muchos elementos, donde uno, como analista, tiene que hace una especie de multitasking.

No es fácil el decidirse trabajar con niños, tiene una complejidad y un dolor muy fuerte, porque uno nunca sabe con el niño cuando va hacer la última sesión; con el adulto tampoco, pero con el niño menos. Es decir, el niño puede estar en transferencia y de repente, por alguna razón, no llegó y ya no llega. Entonces, es una cosa muy dolorosa; tambien muy lúdica y divertida, pero hay que tomar una distancia a esas cuestiones imaginarias para sostener la parte analítica. Es un trabajo complejo y, yo diría, un poco artesanal.
Doxa: Esto nos abre a otra pregunta, desde el psicoanalisis, ¿cómo se vive esta parte del sujeto que apunta hacia el dolor, hacia la muerte, es decir, la parte cotidiana que no tiene que ver con lo positivo?
Liora: Partiendo de que el sujeto es la articulación de lo real, lo simbólico y lo imaginario, es decir, está anudado por un vacio se abre la pregunta ¿cómo se coloca el analista frente a un sujeto que habla? Ahí está toda la propuesta lacaniana, porque cuando un sujeto habla y cuando un sujeto no depende de la edad o condiciones, siempre habla de más o de menos o de distinto a lo que se quiere decir. Obviamente por el lugar que tiene el inconsciente siempre estamos en un malentendido o el equívoco, sobre todo en un espacio analítico, es decir, en el espacio analítico es donde tiene lugar el malentendido y el equívoco, si no ¿en dónde? Se juega en el equívoco esta falla estructural (no como algo malo) que tiene que ver con el inconsciente y con la muerte, con el objeto A, la castración. No me quiero meter mucho en la teoría, pero pensemos de qué forma uno establece un lazo con el paciente o con el sujeto que está ahí. Por supuesto que lo real tiene que ver con la muerte, o sea, el cuerpo tiene que ver con la muerte, pero eso es lo que sostiene el discurso, no hay discurso sin cuerpo. Es decir, si yo recibo a un adulto, tiene que venir a acostarse en el diván, si no, que me mande cartas y lo atiendo por cartas (aquí se abre toda la cuestión del internet que es todo un tema); pero el cuerpo sostiene el discurso. Esto quiere decir que la muerte del cuerpo o la muerte está ahí, el cuerpo jala la muerte. ¿Qué quiere decir esto? Que a partir del lazo con el otro uno elije vivir;  pero vamos a pensar en un bebé que está en el suelo y si yo lo dejo ahí, se va a morir, el otro tiene que decidir quererlo. ¿Por qué decide la madre quererlo, amarlo, cuidarlo, tomarlo? En esa decisión de mirarlo, el niño regresa la mirada, porque el cuerpo, el organismo si no es mirado por el otro se va a la muerte. Entonces, vivir tiene que ver con el otro, tiene que ver con una decisión del otro de amar, de alimentar y de ahí la importancia de los lazos sociales. En el lazo social, cualquiera, en este caso en el lazo analítico, en el transferencial, también se juega eso. Es decir, venir hablar tiene que ver con una demanda de vida para poder pasar al deseo y eso tiene que ver con el dolor también. Decidir vivir es decidir hablar o decidir jugar o moverse, el cuerpo sostiene eso; el organismo está y el cuerpo se arma, lo armamos a través de lo real, simbólico e imaginario.
Doxa: ¿Consideras que sería importante que más psicoanalistas se abrieran a la posibilidad del trabajo con los niños?
Liora: Por supuesto que sí. Creo que existe todavía mucho temor en relación con el trabajo con niños desde el psicoanálisis, especialmente el lacaniano. En México somos muy muy pocos los que trabajamos desde Lacan con los niños y la apuesta es que haya más respuestas y mas producción con relación a eso, sería lo más interesante.
Doxa: ¿De qué forma influye el ser psicoanalista en tu vida diaria?
Liora: Todo el tiempo, pero no todo el tiempo se es psicoanalista, es decir, cuando hay una demanda de escucha soy analista, pero, como decía al principio, el psicoanálisis es una forma de pensar que no te la puedes quitar al salir del consultorio. No es que pienses diferente en el consultorio y de otra manera afuera, pero hay un pensamiento que ya te atraviesa, que no es un suéter o un saco que se pone y se quita; estás atravesado por una decisión que tiene que ver con la forma de pensar.
Doxa: Como académica que también eres, ¿que recomendaciones podrías dar para acercarse hacia el psicoanálisis?
Liora: Es una pregunta muy difícil y depende del deseo de cada quien que quiera estudiarlo. No hay recetas mágicas  y uno le entra al psicoanálisis como puede y desde donde puede. El psicoanalisis es un pensamiento, pero tambien es una lectura, uno lee el discurso del paciente. Por eso, me parece que uno tiene que leer y hay que leer directo a Freud. Es importante a atreverse a leer lo difícil, porque si uno no le entra a lo difícil ¿como uno puede problematizarse en la vida? Entonces, hay que leer a Freud y de ahí ir a donde quieras: si se quiere a Lacan, a psicoanalistas, a seminarios.
Doxa: ¿Cuál es tu opinión acerca de la formación del psicoanalista?
Liora: Sabemos que el psicoanálisis es todo un problema en relación a la cuestión institucional y transferencial.  Me parece que no se trata de excluir una a la otra y no se excluyen, hay que ver cómo se cruzan esas dos formaciones. Yo creo que el psicoanálisis plantea toda una problemática de la transmisión y eso tiene que ver con la transferencia. La formación de un analista no es académica; eso no quiere decir que no se pueda aprender psicoanálisis a través de la academia y de la institución, pero me parece que el ser analista  atraviesa por otra postura más ética, donde uno tiene que tomar una decisión en su formación.
El psicoanálisis no es una corriente psicológica, no es una filosofía, no es una parte de la psiquiatría y el psicoanalisis cuestiona la parte académica institucional en sí misma. Freud cuestiona eso, entonces el psicoanálisis es como un outsider: está pero no está, coquetea con la institución pero siempre es subversivo y complicado. Siempre hay una negociación incómoda con el psicoanálisis y me parece que esa es la apuesta; el psicoanálisis existe y subsiste porque es incómodo, si el psicoanálisis empieza a ser cómodo entonces ya no sería psicoanálisis.
Doxa: Desde tu punta de vista, ¿cómo se desarrolla el psicoanalisis en las nuevas generaciones?
Liora: Me parece que el psicoanálisis está resurgiendo, pero es una palabra muy delicada, hay que tener cuidado de que se pueda volver una moda. “Ay, eres lacaniano”,- como si estuviera de moda, como si fuera un fashion de izquierda. Pero hay que tener cuidado, no es una moda ni el psicoanálisis ni Lacan. Me parece que el psicoanálisis no tiene fecha de caducidad, el psicoanalisis posibilita el pensamiento. Entonces, es muy halagador que jóvenes estén cada vez mas interesados en el psicoanálisis no solo aquí sino en el mundo.
Me parece que el psicoanálisis lo que plantea es una ruptura con ciertas formas de pensar, no ruptura como algo de choque, sino como tomar distancia para pensar otras cosas. Yo creo que sí hay un resurgimiento y tenemos una gran responsabilidad en no convertir el psicoanálisis en una corriente de moda o en una aplicación, porque de esta forma lo mataríamos.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Entrevista Sven Doehner


Entrevista realizada por Karina Esparza Pavliuchenko.


Sven Doehner, fundador de la psicología profunda en México, amablemente aceptó a contestar esta entrevista revelando en ella los fundamentos de su propuesta psicoterapeutica.

Llegué a la casa de Sven un poco antes de la hora acordada; mientras esperaba en su sala, observaba diversos adornos en cada rincón de su casa que indudablemente guardaban alguna historia. De pronto apareció Sven y amablemente me ofreció entrevistarlo en su consultorio. Este lugar parecía un santuario de objetos sagrados, místicos y únicos en su existencia. Cada una de las cosas estaba en su lugar y desde luego que tenía una importancia particular para Sven. Había espejos, libros, estatuas, flores entre muchas cosas más; el canto de pajaritos proveniente desde el jardín le daba un toque muy especial al espacio. Allí es donde empezó nuestra agradable plática: Sven desde el sillón del terapeuta y yo ocupando el lugar del paciente. 

K. E.: Sven, ¿podrías platicarme acerca de tu experiencia personal que te llevó hacia el descubrimiento de la psicología profunda?

Sven: Cuando me preguntas de qué es lo que me trajo estar sentado aquí trabajando como psicoterapeuta, me remite a todo el tiempo que me tomó descubrirlo como vocación, más que profesión. Hay dos vetas importantes para mencionar. Antes que nada, ¿me tomarías como mexicano? Mi aspecto es europeo, mi acento un poco gringo. Pero soy mexicano: nací aquí, mis padres nacieron aquí. Esa crisis de identidad que cada quien la vive y la sufre como le toca, yo la viví muy temprano, porque nunca me tomaron como lo que yo me sentía. La pregunta de ¿quién soy yo? comenzó a ocuparme desde mis primeras memorias. Esto y el choque entre que la gente no me ve cómo me siento, no solo desarrollaron una forma de expresar, sino también me ayudaron a darme cuenta de que no había manera de que me tomaran como lo que siento que soy. Allí comenzó una inquietud importante, ¿cómo salgo de esto?

Por otro lado, yo tengo ascendencia alemana, y allí hubo un incidente  en el que mi abuelo antes de la II Guerra Mundial quiso viajar en el Zeppelin a Hindenburg, el que explotó. Mi abuela tuvo un sueño en el que vio la explosión, por lo que trató de convencer a mi abuelo de  que no viajara en el Zeppelin, y él le dice: “¿Cómo vamos a tomar una decisión en base a un sueño?” Y procedió a seguir el viaje. Claro, explotó, él se murió y mi abuela sobrevivió. Entonces, en mis primeras memorias está esta cuestión de escuchar la historia del sueño y la importancia que ésta pudiera tener. Esto me dejó una semilla de que hay dos tipos de pensamiento: uno que es lineal basado en causa y efecto y otro que es asociativo. Vivimos en este mundo paralelo, entonces, ¿qué es esto de la percepción? Es mas allá de las sensaciones ordinarias, es decir, hay percepciones extraordinarias, a donde de alguna forma por mi pensamiento asociativo tengo acceso; en dado momento puede conectarme con eso o puede ser fuente de orientación y la toma de decisión. 

Entonces, comencé a hacerle mucho caso, a lo que después descubrí, un mundo inconsciente, paralelo al consciente,  y que la consciencia no es igual al ego. El ego es con el que se navega por el mundo, pero la consciencia es el darme cuenta, caer en cuenta de cosas, entonces se unieron las dos. Esta crisis de quién soy yo, con un conocimiento vivencial de que había mas allá de lo que sabemos, un mundo invisible, llamémoslo.

 Junto a eso llegaron los 60s y fue cuando me acordé de la importancia de los sueños. Comencé a prestarle atención a mis sueños, y fui en búsqueda de que alguien me ayudara. No me satisfizo nada, y con todo respeto, porque Freud es un gran maestro, pero esto de interpretar todo en base a algo pasado, en base a algo sexual, tendrá su lugar, pero hay algo más allá de explicar. Lo veo alrededor de mí, inclusive intenté un análisis freudiano, entendí muchas cosas, pero eso no cambiaba nada. Para mí una propuesta psicoterapéutica es una de transformación, no de explicación, y eso me llevó a toparme con un señor que se llama James Hillman, del que hablaré más adelante.

Si hablamos del linaje del psicoanálisis, sin duda el iniciador fue Freud, el que le siguió fue Jung, el que siguió a Jung es Hillman. Hillman es un jungiano y es el que le dio voz a lo que se llama psicología arquetípica. No todos los jungianos son arquetípicos, pero todos los arquetípicos pasaron por lo jungiano. Hay una cosa que fue muy importante cuando entré con él a análisis: me acuerdo en las primeras conversaciones entre quejarme y lamentar de que nadie me toma cómo soy y cómo puedo ser congruente, cómo puedo relacionarme con un mundo a dónde nada más las apariencias son las que definen a uno y cómo lo puede conocer. Y me acuerdo yo diciendo “no soy alemán, bueno soy, pero no soy, gringo no tengo más que educación, acento raro porque hablo varios idiomas, todos un poco mal, pero soy mexicano y me siento dividido tratando de ser quien soy…” Y él me dijo algo muy simple: “¿por qué no te imaginas que, en vez de estar dividido por ellos, todos esos se  encuentran en ti?”

K.E.: ¿Cómo es que esa idea te transformó?

Sven: Esa idea cambió mi vida y me dio la libertad de decir “Ya no tengo que pensar en eso, tengo más bien ser yo y descubrir quién soy andando, abrir camino andando”. Allí no me explicó nada, no interpreto nada, no tenía nada que ver con mi pasado, no tenía nada que ver nada con el porqué de las cosas, sino con el cómo una idea me reorganizó y me abrió espacio psíquico y posibilidades de para qué y a dónde voy.  

K.E.: ¿Qué lugar ocupan el cuerpo y la mente dentro de tu propuesta?

Sven: Si lo pensamos bien, mucha gente solamente le pone atención a su cuerpo cuando le duele algo, se les olvida que el cuerpo es lo que nos va a acompañar la vida entera, está siempre en el  presente. Yo sumé a mi formación jungiana arquetípica una formación somática, corporal, porque pienso que si voy a ayudar a una persona a conectarse con aspectos desconocidos de sí mismo, una de las mejores formar de hacerlo es darse cuenta de su postura corporal, de cómo uno se para, camina, entre otras cosas. Existen posibilidades de conectar a la persona a los aspectos invisibles para el yo retomando el cuerpo. Yo creo que le damos demasiada importancia a la mente, o sea ¿qué es la mente y dónde está? Y lo que pienso es que el cerebro es una parte del cuerpo. El hemisferio derecho tiene una vibración diferente a la vibración del hemisferio izquierdo. Podemos hablar de lo femenino, masculino, del jing-jang, pero vamos a ser más simple. Estas diferentes frecuencias vibratorias las experimentamos como pensamientos, entonces lo que llamamos la mente es lo que intenta hacer algo con estos mensajes que a veces son contradictorios.  Hay un pensamiento que en corto dice “sí puedo” y hay otro que dice “no, no vas a poder”;  uno es “soy este” y el otro “¿seré este?” La mente es realmente una gran confusión, le damos demasiada importancia a lo que son los pensamientos. Los pensamientos es la parte más básica y estas terapias que le dan tanta importancia a pensar y entender, pero que no cambian la vida de la persona, me frustran, porque veo posibilidades de usar niveles más elevados de la mente. Si lo observamos biológicamente, la mente del ser humano tiene 2 cosas que no tiene la mente de la vida biológica, de la vida de un animal.  Una es que se puede imaginar cosas y el poder de imaginar quiere decir que puedo hacer algo, que no pensaba que podía hacer. Si estuviéramos realmente basados en nuestro pasado, no podemos cambiar nada, nada más entenderíamos pero estaríamos atrapados en repetir siempre lo mismo. Pero gracias a la imaginación, podemos vislumbrar algo y gracias a vislumbrarlo podemos hacer luego que se haga realidad. Entonces, la propuesta psicológica que tengo es hacia delante, hacia lo que puedo ser, cómo hago real algo que es parte de mi naturaleza. La otra facultad que tiene la mente, que es a través de la imaginación y a través del intelecto, puede crear consciencia, lo cual expliqué anteriormente.

K.E.: ¿Qué entiendes por  espiritualidad?

 Sven: Yo entiendo la espiritualidad como una experiencia de algo que me lleva más allá de mí. Algo que transciende lo personal; retomando un poquito las ideas que mencioné, cuando nazco con un cuerpo, este es  lo primero, luego lo que me va aconteciendo en la vida va formando creencias emocionales y mentales. Pero si yo fuera solamente cuerpo, emoción y mente, estaría atrapado en repetir. Lo espiritual es qué me motiva y qué me permite ir mas allá de mi historia.

K.E.: ¿Con todo eso, cuál sería tu propuesta terapéutica?

Sven: Lo que pretendo es desarrollar un compromiso en actuar de forma creativa y constructiva.  Más que la persona diga “ah ya entendí” es que se de cuenta de su situación y con base a eso crea algo. Es decir, es una incitación a una acción y no una acción impulsiva. Es importante que la persona se de cuenta que si quiere obtener resultados distintos tendrá que hacer algo distinto. Entonces, es una propuesta creativa y constructiva.

Al hablar de mi propuesta, se me viene a la mente el tema de las adicciones, sobre lo cual estoy escribiendo actualmente, ya que es epidémico. Estamos adictos a la comida,  sexo, sustancias, internet. Hoy en día, casi nadie sabe cómo estar con uno mismo, porque solamente tengo que sacar mi celular y ya estoy acompañado. Pero si nunca estoy conmigo mismo, ¿cómo me conecto con esta vida interior? 

Yo creo que una terapia actual no puede ignorar lo que hemos heredado, pero tiene que tomar en cuenta que el mundo en el que vivimos es otro. Los jóvenes lo que buscan es una experiencia directa que los lleve mas allá de su experiencia personal. Con todo respeto a Buda, a Jesucristo, a todos los grandes maestros, lo que ellos trasmiten es lo que vivieron ellos, lo que quiere la gente hoy en día es no repetir lo que vivió el otro. Parte de lo que lleva a las adicciones es una búsqueda de cómo trasciende mi historia.  

Mi reto en la propuesta terapéutica es invitar, provocar, incitar al paciente a que diga ¿cómo voy darme cuenta de quién soy? Lo que aprendí de la psicología arquetípica, es que realmente estamos compuestos de muchas  partes y ¿por qué no entrar en relación con esas diferentes partes? Allí parto de la multiplicidad del ser que al mismo tiempo busca una experiencia directa. No que me cuenten , sino ¿cómo yo puedo trascender, cómo digo mi historia?

K.E.: Dentro de tu propuesta, ¿qué lugar ocupa el pasado de la persona?

Sven: Las  cosas que nos acontecen en la vida, las vamos organizando como historias que nos contamos de quiénes somos. Esto ayuda porque lleva a la construcción de un sentido de identidad de que yo soy es el producto de esas historias. Pero llega un momento en la adultez temprana en el cual, de repente, ya me creo mi historia y no solo me estructura y me da un sentido de identidad, me atrapa,  que es otra parte de mi propuesta terapéutica.

Allí entra otra vez la importancia de la imaginación, que permite decir “ok, esa es la historia que me he contado. Pero si abro un espacio psíquico, si abro posibilidades de otras cosas y me puedo imaginar otras cosas, me da la posibilidad de elegir y elegir con conciencia.” Yo les digo a mis pacientes. “si quieren trabajar conmigo, más allá de pagarme un dinero,  el compromiso que tienen es hacer algo: pueden cantar, dibujar, escribir, trabajar con barro. Tiene que darle forma externa a lo que se está moviendo internamente a lo que llamo sensaciones,  sentimientos, emociones,  pensamientos. Si yo voy hacer cosas, le voy dando forma externa al movimiento interno que no solo permite conocer una parte de mí, sino además cambia el registro que tengo de mi pasado.

Las experiencias de la infancia nos dejan huellas y de alguna forma a mi me gusta imaginarme que primero nazco y de repente me van pasando cosas, de las cuales me empiezo a defender porque así lo requiere mi sobrevivencia. Luego se me olvida lo que me pasó, pero sigo defendido. De pronto ya soy un adolescente y me presento  defendido ante le mundo y ya ni sé por qué. Otras propuestas preguntan: “¿dónde se originó eso?” y regresamos a la propuesta freudiana. A donde entiendo dónde lo  originó, pero no cambio nada.

Lo que estoy proponiendo es darle forma externa a los movimientos internos, lo que estoy creando es otra huella. Esa huella no va  a borrar la del pasado, pero puede tener suficiente energía  para servir como un nuevo marco de referencia para poder actuar de una nueva manera.

Entonces, lo más innovador de lo que hago, yo lo llamo “imaginación sonora” porque mi propuesta es que uso la imaginación para que la persona pueda de alguna forma recordar la situación que la tiene atrapada; al recordar y revivirlo, al tener consciencia, al poder observar y darme cuenta lo que estoy viviendo, puedo experimentar esos movimientos internos como vibraciones y la vibración es sonido.

Es usar el sonido de mi propia voz para poder entrar en relación con eso que me duele. Por ejemplo, si te puedo preguntar ¿qué sería para ti una emoción difícil?

K.E.: Miedo
Sven: ¿Tu miedo es caliente o frio?
K.E.:  Frio
Sven: ¿Es hacia adentro o hacia fuera?
K.E.:  Hacia adentro
Sven: ¿Y te lleva a actuar o te congela?
K.E.:  Me congela.
Sven: ¿En qué parte del cuerpo lo sientes?
K.E.:  Entre la garganta y el pecho.
Sven: Y si no pudieras usar la palabra “miedo”, ¿cómo describirías lo que sientes?
K.E.: Asco, terror.
Sven: Y a nivel del lenguaje de sensaciones: ¿cuál es la sensación del miedo, asco, terror?
K.E.: Frio, apretarme, querer gritar y no poder.
Sven: Y ¿cómo duele querer gritar y no poder?
K.E.:  Es como una impotencia muy grande.
Sven: Si te pidiera que cerraras los ojos y tradujeras todas esas palabras  que me dices en vibración ¿cómo sonarías? Lo voy hacer un segundo en esta improvisación, voy a cerrar mis ojos, imaginar que yo fui el que dijo todo lo que dijiste. Me voy a imaginar en esta situación de miedo, sentir el querer gritar y no poder y preguntarme ¿qué es el dolor?  Más que explicarlo en palabras voy a emitir el sonido de eso. Me concentro, imagino querer gritar y no poder. Cómo duele eso no sé, no es hacer un sonido, es descubrir (hace sonidos). La pregunta a ti es: ¿qué emociones escuchaste en mi sonido?
K.E.: Tristeza, dolor.
Sven: ¿Qué dolor?
K.E.: Interno, el de no poder expresarse.
Sven: Lo que estoy ejemplificando es cómo salí de la idea de algo para tener una nueva experiencia de ella que abrió un espacio psíquico, de repente en vez de ser una sola cosa, se volvió muchas cosas. Al volverse muchas cosas, se matizó, tomó forma e incitó a decir ¿qué voy hacer con eso? O sea, cambia mi relación con lo que yo llamé miedo, cambia lo que es el miedo para mí, cambia lo que haría en otra situación a dónde me topo con miedo.

Es un cambio energético, que va hacer que en el futuro yo pueda actuar diferente. Al darle forma, me pone en una relación, me da posibilidades de conocerme, de darme cuenta de mis emociones encontradas y que yo soy todas esas cosas y que al final de cuenta puedo yo asumirlas y liberarme de ser victimas de ellas.

Voy a poner otro  ejemplo de lo que hago con el sonido: ¿cuanta gente conoces que al hablar antes de terminar su frase de repente te están diciendo algo y van bajando la voz, se le esta acabando el aire? ¿Y qué hace esto con la comunicación?

K.E.: Desconecta, se pierde la atención.

Sven: También revela poca confianza en sí mismo, un tema de autoestima. Entonces, yo, sin analizar nada del pasado, le doy la consigna, “aunque se sienta artificial termina tu frase con el mismo o más volumen o fuerza que con la que iniciaste. La persona se ríe y dice “ay sí” y se siente falsa, porque siente que le falta aire. Pero si tú terminas las frase con la misma o más fuerza que con las que iniciaste, después de un ratito te vas a sentir diferente.

Además, va haber una devolución diferente, porque te van a escuchar más. Y de repente, en dos semanas puedo hacer más para crear confianza en uno mismo y cambiar la autoestima con un ejercicio, que con entender, pasar meses entendiendo cosas, y entiendo, pero mi autoestima sigue baja.

K.E.: ¿Es eso a lo que le llamas transformación?

Sven: Claro. Es allí donde ya soy otro, ya se transformó algo. La transformación es una palabra complicada, se refiere a que algo cambie de forma para que se abran posibilidades y uno pueda sustituir comportamientos destructivos, que al final de cuenta son intentos de trascender a mi mismo. Esto me lleva a comenzar a construir y a crear, a cambiar mi forma de interconectar y relacionarme con otros, me da la libertad de acción y de satisfacción.

Mucha gente habla de felicidad, yo hablo de satisfacción, esto no lo compras con todo el dinero del mundo. Entonces, me entusiasma, me apasiona, porque si le puedo crear una oportunidad en otra persona de que trascienda en su historia, de que se salga de la idea quién soy para poder ser algo que ni siquiera sabían que podían ser. De alguna forma hablé de vocación, se me hace que darle eso a una persona, es darle vida, y eso me lleva a seguir apasionado por esto y querer ofrecerlo a un público.


K.E.:¿Cuáles son tus proyectos a futuro?

Sven: Quiero escribir. Es difícil de escribir, igual y en la entrevista hasta que no lo ejemplifiqué, era nada más hablar más ideas. Entonces ¿cómo escribo acerca de algo que es esencialmente vivencial? Pero este es mi reto, porque creo que ofrecer esta propuesta que toma en cuenta que uno necesita experiencias directas que lo lleven mas allá de uno, hacia algo transpersonal ayuda a establecer un dialogo no con el mundo externo sino con mi vida interna. Jung decía “todo lo que pasa externamente es meramente un pretexto para desarrollarme internamente, si me desarrollo internamente, yo puedo ser otro externamente”.

La propuesta es de una continua transformación, de participar de forma más consiente en las transformaciones que la vida misma me exige, para poder ser más que la victima de las circunstancias, proponer cosas, que hacen que mi participación tenga un efecto creativo y constructivo en mi entorno. Entonces, es ambicioso pero los resultados son los que me entusiasman, porque cambian la vida de alguien.

K.E.:¿Qué le podrías decir a todas aquellas personas que están interesadas en estudiar la psicología profunda?

Sven: Antes que nada que de alguna forma puedan conectarse con algo de lo que he dicho y digan “yo quiero eso”.  De hecho, aparte de terapia, yo formo terapeutas, superviso terapeutas, estoy en proceso de actualizar una formación en la cual uno puede aprender esas diferentes técnicas. Mi propuesta la estoy llamando psicología profunda, porque realmente es profundizar en la experiencia de cada uno, como he explicado. No estoy peleado con otras teorías, más bien quiero sumar herramientas, entonces la propuesta está abierta para el que quiera experimentarlo o sumarlo a sus otras herramientas para poder ser más efectivo en lo que hace o formarse. La cuestión es hacer contacto conmigo, mi correo electrónico es sven@psicologiaprofunda.com,  estoy actualizando la pagina web y estoy en Facebook como “psicología profunda”. Al que le interesa podemos canalizar lo que precisa la persona en ese momento y ver si su búsqueda puede ser satisfecha con lo que ofrecemos.

mayo 2013





martes, 20 de agosto de 2013

Entrevista a Helí Morales, psicoanalista lacaniano.


Entrevista realizada por
Karina Esparza Pavliuchenko



Conocí a Helí Morales en su seminario Fantasía-Fantasma/Síntoma-Sinthome y quedé completamente fascinada por la energía y pasión con las que clase con clase trasmitía el conocimiento acerca del psicoanálisis, logrando captar el interés, despertar la curiosidad y (¿por qué no?) apasionar por el saber a todo asistente del seminario. 

Helí Morales, psicoanalista y miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana, aceptó con toda la amabilidad característica de su persona a compartir su experiencia en el campo psicoanalítico por medio de esta entrevista. 



K: Muchas gracias por aceptar esta entrevista, Helí, es un honor. Para empezar quisiera preguntarte ¿de que manera llega el psicoanálisis a tu vida?

HM: Llega en dos tiempos: cuando yo era niño, encontré en la biblioteca de mi padre (cabe aclarar que mi padre es marino, así que no tiene nada que ver con los libros) un libro que hablaba de Freud. Yo tenia nueve años, para mí no significaba nada, a los nueve años ni lees; curiosamente me puse a leer y algo de lo que ahí leí me impresionó mucho, tan es así, que fui a la Librería de Cristal a comprar algo del señor Freud; me vendieron dos tomos que se llaman “Freud obras escogidas”, no sabes la emoción que yo tenía a los nueve años de tener esos libros. En esos tomos había un escrito de nombre: “Psicopatología de la vida cotidiana” y quedé fascinado, más el segundo texto de Freud me decepcionó muchísimo,  era “El tabú de la virginidad”, evidentemente un niño ve esas cosas. Me acuerdo de una gran emoción de tener esos libros, pero ahí quedó, después, a los diecisiete años,  me voy a vivir a Inglaterra, estrictamente a Cambridge y conozco amigos importantes para mí que tenían que ver con movimientos radicales de izquierda, es decir exiliados, mucho mayores que yo. Me fui a Cambridge a estudiar un año a la universidad, porque exenté todas las materias, acabé antes de tiempo, pero yo ya había hecho el examen para estudiar economía…en el ITAM!!!

Me voy a Europa en 1978 y allí se me abre el panorama y un día vuelvo a encontrar un libro de Freud en la biblioteca de la novia de mi amigo que era gente radical de izquierda y, además, psicóloga; él era economista. Lo vuelvo a leer y me doy cuenta, que yo no quiero ser otra cosa que psicoanalista; no quería ser ni psicólogo, ni filosofo, ni psiquiatra, ni médico, yo quería ser psicoanalista, entonces, regreso a México y busco dónde estudiar en las universidades para ser psicoanalista (obvio sabemos hoy que eso no existe). Fundamentalmente me dijeron que había que estudiar psicología y estudié psicología para poder ser psicoanalista. Desde el primer día de la universidad empecé a leer a Freud, entonces, no te sé decir qué es, pero no es fácil soñar con ser psicoanalista. Sí dudé. A la mitad de la carrera, me hice bolas y me pregunté muchas cosas. A los veinte años uno sí duda si quiere ser psicoanalista, entonces, buscando mi camino me fui a navegar, me metí de marino. Como mi padre era marino, viajé por Sud América. Sin embargo, me llevé “Estudios sobre la histeria” de Freud, texto que estaba en ese libro comprado desde los nueve años.

El programa de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, era, en esa lejana época, Freudo-Marxista, así desde que yo entré comencé a leer a Freud y a Marx y a los diecinueve años, al año de empezado los estudios universitarios,  decidí que me iba a ir a Paris en cuanto acabara la Universidad. Acabé la universidad pero no me fui a Paris inmediatamente, comencé una maestría en psicoanálisis en el CIEP. En donde se estaba haciendo la maestría, al año de iniciada abren una convocatoria para ser aprendiz de psicoanalista en una fundación para pacientes de bajos recursos (FMP) y para mi allí es donde empieza mi formación.

Empiezo a trabajar con pacientes, tenia supervisión y  presentación de casos clínicos. Estaba increíble. Yo tenia veintitrés años. Después acabo la maestría teniendo pacientes y sí decido irme a Paris. Viajo a París en 1984 y me voy a hacer otra maestría a trabajar fundamentalmente en el campo de la psicosis. Mi sueño era también hacer mi doctorado. Desde la universidad lo que más me llamaba la atención era la relación entre el psicoanálisis y la política, pero aparte de eso, la dimensión clínica con la psicosis. Entonces, desde la mitad de la universidad yo me vinculo con movimientos políticos de anti psiquiatría y allí conozco a Lacan, es decir, conozco la teoría Lacaniana. Lacan seguía vivo en ese entonces. Viene un discípulo de Lacan a México que estaba vinculado a una red anti psiquiátrica que es Félix Guattari. Es por esta razón que yo decido que quiero estudiar con Lacan y que quiero estudiar con Foucault y que quiero estudiar con ellos, así fue la entrada. Terminé mi doctorado años después en la Escuela de Altos Estudios de París. Lacan y Foucault ya habían muerto.

K: Con eso me estás dando pie para hacerte la siguiente pregunta. Mencionas mucho a Freud, pero después descubres a Lacan. ¿Qué es lo que hace que te inclines a él?

HM: Es muy interesante, te voy a decir por qué. Yo entro a la universidad en 1978. En 1980 (Lacan estando vivo) leo un texto de Félix Guattari que se llama “El anti Edipo”. Yo estaba vinculado al movimiento trotskista internacional y Guattari también pertenecía al movimiento. Era un discípulo de Lacan y escribe ese libro, que para mí era maravilloso, y al único al que trataba con respeto era un tal  Lacan, a Freud lo trataban súper mal, a Melanie Klein no la bajan de tarada y a  Anna Freud no tenía ni estatuto, entonces, sin que en la universidad hubiera nadie que leyera a Lacan, yo conseguí los escritos a mis 20 años y me puse a leer a Lacan por Guattari; me encantó, aunque de ser sincero entendía poco como cualquiera. Cuando fui con mis maestros de la universidad a preguntarles de Lacan no supieron resolver mis dudas, porque ellos eran kleinianos fundamentalmente, freudo-marxistas-kleinianos del Circulo Psicoanalítico.

Entonces, yo decidí que iba a estudiar a Lacan solo. En ese momento, 1980-1981 se publica el primer seminario de Lacan en castellano que es “Los escritos técnicos de Freud”. Lo leí en diez días como loco, me parecía maravilloso. El problema era que en la universidad no había a quién le interesara Lacan. Eso del estadio del espejo en Lacan, me pareció, después de Freud, algo extraordinario. Para mi tesis de la licenciatura quise plantear que había un segundo estadio de espejo en la adolescencia. Para eso trabajé a Lacan, a Sartre y a Freud. Cuando lo llevo a los sinodales me dicen que no, porque no había nadie que me asesorara sobre Lacan. Igual la hice y así me fue (ríe). Es decir, yo conocí a Lacan solo, como conocí a Freud en la biblioteca de mi padre. Conocí a Lacan por el libro de Félix Guattari (miembro de la escuela freudiana) y allí empiezo a leer, muy joven,  los escritos de Lacan.

Hubo un congreso en Querétaro de psicología en 1981 y allí estuvo Néstor Braunstein que acababa de sacar un libro que se llamaba “Hacia Lacan” que me gustó. Entonces, yo lo fui a ver a él y a Frida Saal que habían escrito un libro de Lacan y ahí decían que había una maestría. Entones, yo terminé el viernes la licenciatura y el lunes me inscribí a la maestría sobre Lacan. Yo era el más feliz, porque era la primera generación de la primera institución sobre el psicoanálisis que tenia que ver con Lacan. Ahí es donde después salió la convocatoria en la  fundación mexicana de psicoanálisis para trabajar con pacientes de bajo recursos. Como mucho en la vida, fue un azar. Fue un azar encontrar a Freud, a Lacan no tanto porque yo ya había decidido ser psicoanalista, estaba en la universidad. A los veinte años pensaba mucho más en la revolución que en el diván. Lo conocí al azar y después a la letra. Yo me he formado a la letra, ya después busqué a maestros que me ensañaran. Pero primero encontré los textos, a diferencia de mucha gente que primero está el maestro y luego está el texto.

K: Por esa iniciativa que te ha guiado a lo largo de tus años de estudio, ¿te consideras una persona autodidacta?

HM: Si bien creo que encontré solo a Freud y a Lacan, yo sí me reconozco en una genealogía de gente que después me enseñó lo que tenía que ver con Freud y Lacan. A lo mejor uno podría hacerse el mito del self made man (“yo me hice solo”), pero no es cierto ni lo reivindicaría. Después de todo, soy un hombre de academia. Es decir, termino la universidad un viernes, el lunes me inscribo en la maestría. Termino la primera maestría y ya estoy haciendo aplicación para la segunda maestría en Paris. Acabo la maestría en Paris a los 25 años, porque decido hacerla en menos tiempo del que quieren, y me meto al doctorado inmediatamente. Es decir, siempre he transitado por esas vías, yo sí creo que mi formación ha tenido que ver con transferencias, una transferencia al texto: a Freud, a Lacan, a Frida Saal, que fue mi primer analista, a la gente que formaba parte de la maestría.

En ese tiempo viene Erick Laurent que había sido analizante de Lacan, yo decido que me quiero analizar con alguien que se hubiese analizado con Lacan, porque me importaba mucho ese nivel de trasmisión. Entonces, me voy a Paris a hacer el doctorado, a leer a Lacan en francés, a analizarme con alguien que se había analizado con Lacan, como era el caso de Erick Laurent, a estudiar y a trabajar con psicóticos con Félix Guattari, que era discípulo de Lacan, es decir, a lo mejor sí mi impulso hacia el psicoanálisis nació solo, pero yo sí me reconozco en una genealogía. Reconozco que tuve maestros, tuve análisis y para mí eso me ubica en un lugar dentro de la historia del psicoanálisis.

K: ¿Qué es lo que encontraste en Lacan que hiciera que ya “no lo soltaras”?

HM: Primero Lacan era psicoanalista, era muy importante. Cuando leo a Lacan, es el primer autor que me hace darme cuenta que allí había algo radicalmente nuevo sin negar a Freud. Lacan tiene algo genial; tiene algo de creador, de inventor, tiene una inteligencia que se junta con el artista. Esa relación artista-psicoanalista-pensador me gustaba mucho. En Freud me gustaba el pensador científico, él es un científico. Lacan no, él es un artista, un creador. De Lacan primero leí “El estadio del espejo” y  después “Función y campo de la palabra y lenguaje” y me parecía estar leyendo a alguien como una estrella en medio de la noche y nunca más lo solté.

En París leí todos los seminarios de Lacan, leía uno por mes, los 24 seminarios, cuando ni siquiera estaban establecidos. En frente de la Escuela Freudiana de Paris había una fotocopiadora, entonces, quien tomaba la estilográfica de Lacan llevaba allí a fotocopiar los seminarios. El dueño de la fotocopiadora se avivó y sacó una copia de cada seminario; no era un libro, era la fotocopia y yo leía un seminario al mes, mientras más lo leía más me emocionaba. Tiene que ver con la transferencia: encontré un artista, un pensador, un clínico, a demás muy difícil. Eso me gustaba, que fuera difícil me gustaba.

K: Con toda esa dificultad, ¿cómo encontraste el camino hacia la comprensión de los textos de Lacan?

HM: No lo sé, lo difícil no me asustó, me hacía leerlo con más ganas. En el fondo es un mito que es difícil de leer a Lacan, lo que pasa es que uno es ignorante, esta es la diferencia. De lo que yo me di cuenta, es que para leer a Lacan no se puede leerlo solo. Es decir, tienes que tener tu texto de Lacan, tu texto de Freud, un diccionario en ingles, uno en latín, uno en alemán, libros de lingüística, libros de filosofía, porque lo que hace Lacan es que te lanza, te abre. De repente en Lacan hay una palabra en latín, entonces hay que ir al diccionario en latín. Siempre es bueno tener un teléfono junto para hablarle a alguien y decirle “Carajo, pinche Lacan, no entiendo nada” (ríe), entonces no hay que estar solo. Pero Lacan es un remolino, tiene una fuerza centrifuga que te lanza a estudiar otras cosas. Para leer a Lacan hay que estudiar filosofía, lingüística, antropología, hay que saber buscar en alemán (si es que uno no habla de alemán), evidentemente  en francés, en latín y a Freud. Hay que leer a Freud, a Hegel, a Wittgenstein, a Russel, Levi-Strauss, Heidegger. Eso implica que la formación de un psicoanalista o es apasionada por el saber o no es.

Los psicoanalistas son, tal vez, los últimos animales de la ilustración, porque te tiene que gustar el saber, te tiene que apasionar el saber. Porque si te da flojera, no vas a ser psicoanalista, no lacaniano por lo menos. Lo que Lacan exige es la pasión por el saber y si a uno le gusta saber, con Lacan tiene una plataforma maravillosa, porque te exige, te exige mucho. ¿Pero de qué otra modo podría ser uno psicoanalista?

Si yo tengo un paciente que tiene un doctorado en matemáticas y me habla de Wittgenstein y yo en la vida he sabido quién es ese hombre, ¿cómo lo voy a escuchar? O alguien que es literato, o alguien de la calle que te habla del sudor y del olor feo, también de eso hay que saber. Todo el aparato conceptual que te da Lacan te permite escuchar desde otro lugar. Por eso es tan difícil ser psicoanalista en el sentido radical de la palabra. Estar a la altura del sujeto del inconsciente, de un sujeto que sufre, que está roto, que busca signos para poder vivir, ante eso mi ética debe ser la de alguien que apuesta por saber mucho y por escuchar mucho del ser, del no ser, de la vida, de la muerte, del cuerpo. Los psicoanalistas somos animales en extinción, somos de los últimos mohicanos de la ilustración.
¿Hoy en día qué hace la gente?  Se vuelve especialista en algo chiquitito y estudia todo lo que todavía es más chiquitito de esto. Entonces, eres especialista en el ojo izquierdo en el nervio de atrás. El problema de los especialistas es que nos han vuelto ignorantes de este saber. Y ¿por qué sabe uno? Porque el dolor de la gente que nos va a ver es muy exigente. Para poder intervenir allí (donde cada existencia es diferente a otra) hay que estudiar muchísimo, hay que pensar muchísimo y Lacan es eso. Lacan no es para flojos, si uno es flojo ni se mete a estudiar a Lacan, no se si a otros psicoanalistas. Esto también es una pasión por la dificultad.

K: ¿Cómo se forma un psicoanalista?

HM: La formación del analista implica para mí al menos tres áreas: hay que estudiar mucho en alguna escuela, institución o grupo de estudio, haberse analizado (haber pasado por una experiencia propia del análisis) y tener una practica muy cuidadosa que incluye supervisión, ateneos, discusión de casos. Es decir, el psicoanalista se forma en esa trenza indisoluble, en ese nudo borromeo que por un lado es el saber de la letra, que es un lazo con los otros, con el mundo, con la universidad, con la escuela o las instituciones psicoanalíticas. Por otro lado, tiene que ver con el análisis personal, es decir preguntarse por la locura, por el goce, por la sexualidad y poder saber que hay algo de eso que uno está tramitando y después tiene que ver con la práctica, es decir, un cineasta que no hace películas no es cineasta. El problema con el psicoanalista es que no se puede empezar a trabajar clínicamente sin que por un lado tenga ya un análisis personal, y sin que uno supervise lo que implica esa practica. El psicoanalista no es un profesor, no es un sabio, se parecería más a un hechicero, en donde tiene que saber hacer, no tiene que saber acumular información. Tiene que saber que todo eso que estudie en el momento que está ante alguien tiene que ser puesto en tensión porque yo no sé quien es el otro. ¡Que paradoja! Tengo que saber mucho para reconocer que no sé quien es el otro. Porque cada historia es diferente, tiene enigma. Tengo que tener herramientas para recibir ese enigma sin apurarle un saber que lo suture. Me refiero a que hay otras prácticas que escuchan a alguien y lo piensan en relación al DSM-IV o al DSM-V, desde allí se plantea que ya se sabe como es el otro: “soy un especialista y a partir de eso hago un diagnostico y un tratamiento”. El psicoanalista, al reconocer que cada historia es singular, tiene que poner en acto una docta ignorancia para poder intervenir. El analista interviene con su ser, con su cuerpo, con su no-ser, es decir, es una praxis que es de la palabra con consecuencias. El psicoanalisis es un saber con consecuencias, donde está incluido el cuerpo del analista: uno escucha, uno está allí, si no, no hay tal.

K: Con esos tres pilares de preparación en ¿qué momento podría considerarse que uno está listo para llamarse psicoanalista?

HM: Hay dos formas de formarse como analista: una que podríamos llamar  institucional, que está reglamentada y tiene que ver con la APM (Asociación Psicoanalítica Mexicana) y la IPA (International Psychoanalytic Association). Ahí lo que se plantea es que se tiene que hacer un programa de estudios, se tiene que analizar al menos cinco años (ellos le dicen a uno con quien por medio de una lista), se tiene que supervisar por un cierto tiempo establecido (ellos dicen con quién). Una vez que se cumplen todos los requisitos institucionales, la asociación le nombra a uno psicoanalista.

La otra vía para mí es la formación por transferencia, es decir, uno tiene que estudiar mucho,  analizarse con todo lo que implican las consecuencias; empezar a tener practica clínica con supervisión, con ateneo y con discusión de casos clínicos. Pero como no hay una institución que diga cuántos años de análisis, cuántos años de estudio, cuántos de supervisión, lo que sostiene eso es la ética. La ética que se trabaja en el análisis. ¿Cuándo uno se da cuenta que es analista? Cuando uno ya no puede hacer otra cosa. Es decir, uno es muchos años aprendiz de psicoanalista. Hasta que un día, por la ética de que uno ha logrado y que ha sostenido todo el proceso,  puede nombrarse o es nombrado desde afuera como psicoanalista.

La primera es más segura, pero no te asegura nada. La otra es mas insegura, pero si no tienes una ética, nunca serás psicoanalista. Es decir, si alguien estudió una maestría y un doctorado y tiene pacientes, pero no se ha analizado, jamás será un psicoanalista. Alguien se analizó 20 años, pero nunca ha abierto un libro de Freud o Lacan, no será analista. Esta es la dificultad. Entonces, lo que yo creo es que uno tiene que elegir o la vía institucional o la vía de la transferencia. En la segunda eliges dónde estudiar, con quién estudiar, con quién supervisar y con quien analizarte. Hay instituciones psicoanalíticas que no es la APM: están las asociaciones y escuelas fromianas, kleinianas, freudo-marxistas y las lacanianas: Y después, si uno lo desea, ya se incluye en una escuela psicoanalítica. Es decir, no es como otras formaciones. Porque el psicoanálisis es una  profesión liberal. La formación institucional corre el riesgo de medicalizar al psicoanálisis; habrá quien elija esa forma, yo no me formé así.

Yo me formé por la vía de la transferencia, universitariamente yo tengo puro “10” en la universidad; mi promedio es de “10” cerrado. Te dan una medalla al final.  Todas mis tesis han sido con mención honorifica, de hecho en la tesis de doctorado saqué mejor calificación que Lacan, porque él sacó “honorable” y yo saqué “muy honorable”. Además, yo me he analizado más de  18 años entre todos mis análisis. A veces extraño el diván, poder acostarte y decirle a alguien “help me”. Ahora estoy en otro lugar, yo formo analistas, estoy en un lugar de transmisión, pero porque me la jugué.

K: ¿Regresarías al diván?

HM: Yo hice un fin de análisis, me sentía muy orgulloso, muy lacaniano y después la vida me exigió volver al análisis, lo hice y me sentí muy contento, a pesar de que según yo ya había hecho un fin de análisis. En eso Freud tal vez tiene razón en “Análisis terminable o interminable”. Si yo como hombre, como ser humano, como psicoanalista me diese cuenta que hay cosas que no puedo vivir con la alegría que me da mi pasión yo claro que, a pesar de haber terminado un análisis, claro que volvería al análisis. Es un espacio maravilloso, pocas experiencias en la vida son tan intensas: el odio, el amor, la sexualidad y el análisis.

K: ¿De que forma el ser analista influye en tu vida cotidiana?

HM: Freud escribió un texto de la “Psicopatología de la vida cotidiana” en donde le da ciudadanía a cosas de la vida que a la gente no le parecen importantes: soñar, equivocarse, hacer lapsus, tener síntomas, que te duela la existencia, el amor, el trabajo. Si de algo trata el psicoanálisis es de la vida cotidiana. Yo no vivo todo el tiempo como psicoanalista, pero la arquitectura de mi vida tiene que ver con el psicoanálisis, es decir, desconfió de los que dicen que saben todo, me río de los que creen que tienen el poder, me angustio cuando encuentro a alguien que me muestra todo lo que me falta. Uno está advertido de muchas cosas. Ahora cuando uno es sujeto, el psicoanálisis está adentro.

Si voy a una fiesta no tengo cara de palo psicoanalítico; pero si vas a una fiesta y hay una analizante ¡Oops! Pero bueno, depende de cada analizante: hay analizantes a los que ver a su analista es muy complicado y hay a los que no. En mi asociación nos reunimos a congresos y discutimos y peleamos y hay algunos que son analizantes. A mí me tocó estar en instituciones donde estaba mi analista. En general, lo que hace uno, como todos, es juntarte con los de tu tribu. Entonces, los psicoanalistas intentan no coincidir con los analizantes, pero bueno, siempre nos encontramos en la cineteca o en algunos conciertos. Pero no me preocupa demasiado, yo afuera soy un sujeto, ya en análisis, el analizante dirá lo que sucedió con eso. Pero mi vida para mi es impensable sin el psicoanálisis. ¿Pero cual vida no? El psicoanálisis no es un trabajo, no es un estilo de vida, es una vida de estilo y lo que yo me planteo es la dimensión del estilo y eso a mi me lo enseñó el psicoanálisis.

K: Helí, mencionas tu institución, ¿podrías platicar un poco de eso?

HM: Hace algunos años con unos amigos y amigas formamos un movimiento psicoanalítico que se llama la Red Analítica Lacaniana (REAL) e intentamos que fuera una alternativa a las instituciones clásicas del psicoanálisis. Las instituciones del psicoanálisis lamentablemente están hechas como la iglesia, como el estado: hay un presidente, un tesorero, un vocal y cada cierto tiempo cambian, se rotan los papeles y los lugares. Nosotros tratamos de hacer un movimiento alternativo (por eso se llama “red” y no “escuela” o “sociedad”) donde no hubiera ni jefe, ni coordinador, ni maestro, sino que trabajáramos a partir de colectivos. Se trata de trabajar al menos tres, dos más uno, en colectivos que se reúnen bajo cualquier circunstancia para trabajar los textos o las ideas de Lacan, de Freud o de ellos. Nuestra instancia fundamental es la comisión de enlace, donde cada colectivo tiene un(a) comisionado(a) que asiste a esa comisión a construir nuestro movimiento. La apuesta es diseñar, implementar y accionar una transferencia al psicoanálisis, a los textos de Freud y a la enseñanza de Lacan. La propuesta es producir, escribir, estudiar; vivir y transmitir el psicoanálisis.

Somos una asociación que tiene dos revistas, una editorial, que ha hecho once congresos, cuatro jornadas internacionales, además, formamos partes de un movimiento internacional que se llama Convergencia, movimiento lacaniano para el psicoanálisis freudiano en donde hay colegas de países como Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Francia, Italia, España, Francia, Bélgica, China y México. Teníamos hasta hace poco una maestría en psicoanálisis y cultura en convenio con  una universidad a partir del Colegio de Altos estudios de REAL. Realizamos seminarios, encuentros, ateneos, cursos y, de ves en cuando, hasta nos divertimos.

K: ¿Cómo podrías evaluar la situación del psicoanálisis en México?

HM: En México el psicoanálisis entra por la vía de la psiquiatría, porque los primeros que se interesan por leer a Freud son los psiquiatras y después los artistas. Mas tarde, ya de manera más organizada, comienza la formación de las asociaciones de psicoanálisis, principalmente, aquellas ligadas a la IPA y sus disidencias. Tiempo más adelante, se constituyen las primeras escuelas y asociaciones de psicoanalistas lacanianos. Hoy en día, el psicoanálisis en México tiene diversas posiciones y esto ha hecho una diversidad, pero yo creo que el psicoanálisis está en crisis. No le ha sido fácil establecer en México un lugar dentro del campo clínico ni cultural. También, le ha costado mucho tener una posición dentro de la universidad. Hay que aceptar, que cada vez hay menos psicoanalistas enseñando y transmitiendo en las universidades. También en el campo de la cultura ha costado trabajo hacerse un lugar. Sin embargo, no dejamos de insistir.


Por otro lado, no importa la escuela la que se pertenezca, hay psicoanalistas muy valiosos en México, gente muy estudiosa que tiene muchísimo que aportar. Pero en relación a otras prácticas, yo siento que el psicoanálisis está en un momento crítico. Los tiempos que estamos viviendo no son fáciles. A la gente lo que le importa es arreglar su vida lo más rápido posible. La gran propuesta clínica en esta modernidad es la medicalización. ¿Usted tiene un problema? Tómese esta pastillita. ¿Usted tiene un problema? Vaya a una terapia fast track, porque el mundo de hoy exige que todo tiene que ser rápido y desechable. El psicoanálisis no, por ello es bastante atípico, te dice que la existencia implica un trabajo, una elaboración; una escritura. No es un producto fácil de consumo. De hecho, no atañe al consumo sino a la elaboración de los dolores de la existencia. Y eso, nunca es rentable. Por otro lado, es un saber que es respetado en distintos espacios y cuya práctica tiene mucho que aportar a la cultura, la clínica y la vida misma. El psicoanálisis hace síntoma en nuestros tiempos: a la sociedad no le gustan ni el psicoanálisis ni los psicoanalistas porque hablan de la muerte, de la sexualidad, de lo que no se debe hablar, de lo que en el fondo no está padre de hablar: del padre, de todo eso. Hay colegas que tienen esperanzas en que nuestra práctica ocupe un lugar diferente, yo no tanto. Yo creo que el psicoanalista tiene algo de outsider, algo difícil de tramitar para la sociedad. De algún modo, el psicoanálisis es un malestar en la cultura. Es un discurso que dice lo que se prefiere no oír. Es una clínica que apuesta por el sujeto y sus laberintos aunque, recorrerlos, implique tocar las dimensiones trágicas y maravillosas de la existencia.

K: Desde tu punto de vista, ¿qué es lo que se debería de hacer para “salvar” el psicoanálisis?

HM: No se si se trate de salvarlo como de hacer que siga con vida. Y para ello, lo primero es que no se convierta en religión. El psicoanálisis no sólo no es una religión sino que no puede serlo si quiere ser lo que es. Segundo que los psicoanalistas nos diéramos el espacio de hablar en la universidad, en los espacios de la cultura y el saber sin dejar nuestras asociaciones ni nuestra singularidad. Yo creo que a los psicoanalistas nos hace falta vincularnos más con el campo de la cultura y, la universidad, es un espacio importante. No creo que el psicoanálisis muera salvo si se vuelve religión, la religión es lo único que va a sobrevivir, porque le da sentido a la vida, porque te promete un mas allá de la muerte. Mientras que psicoanálisis te dice que lo difícil está aquí, después no sabemos.

Yo creo que hay gente joven que ha encontrado en el psicoanálisis algo muy fuerte, hay una clínica muy fuerte. Yo lo que puedo decir, es que la clínica psicoanalítica es una de la clínicas más poderosas que han existido en la historia del pensamiento humano. Y Lacan, fundamentalmente Lacan, abre un pensamiento clínico de grandes potencialidades humanas en ese sentido, no es del lado del humanismo, es del lado de la humanidad. Yo creo que el psicoanálisis es un saber importante de lo humano, como no ha habido en mucho tiempo. A lo mejor, sería importante  salir del ghetto psicoanalítico y abrirnos a otros espacios, pero tampoco sé si eso puede cambiar la situación.

Junio 2013