lunes, 3 de febrero de 2014

Entrevista con Lazo y Voz.



 Entrevista realizada por
Laura Daniela Mercado Cisneros (laura_daniela_cisneros@hotmail.com)  
Karina Esparza Pavliuchenko (karakilinsky@hotmail.com)

Lazo y voz trabaja a partir del acompañamiento terapéutico con pacientes que sufren de diversos padecimientos. La dinámica de su práctica se enriquece con varias disciplinas que se entrelazan y se unifican bajo el mismo objetivo de ayudar al paciente a “re-enlazarse” con aquello que ha perdido. Lazo y voz trabaja a partir del psicoanalisis, por lo que la voz del paciente, así como la pregunta por su ser adquieren la máxima importancia. Mijal Schmidt, Diana Pérez e Ignacio Ferreyra nos platicaron sobre la fundación de Lazo y Voz, de las bases de su práctica, así como de su propuesta educativa.

Doxa: ¿Qué es Lazo y voz y cómo nace?

Mijal: Es un equipo interdisciplinario que surge entre otras cosas, a partir de darnos cuenta que ciertos pacientes han tenido alrededor: terapeutas, psiquiatras, psicoanalistas, neurólogos; sin que haya una articulación de trabajo en donde se tome a la persona que padece como el punto de importancia para generar un equipo que le permita revincularse con todo aquello que perdió de su ambiente por las dificultades de su padecimiento, moviéndolo así de ese “no lugar” que se le adjudica por la falta de coordinación entre los profesionales que trabajan con él.

Doxa: ¿Qué es el acompañamiento terapéutico?

Ignacio: El Acompañamiento Terapéutico es un modelo de intervención clínica que surge en Argentina en los 60´s como heredero del movimiento antipsiquiátrico y el psicoanálisis, como un modelo de apoyo al trabajo en el consultorio. Esta idea nace del Dr. Eduardo Kalina, debido a un caso de alcoholismo que atendió, en donde el sujeto llegaba al consultorio y hacía su trabajo allí, pero cuando se iba, la mayoría de las veces recaía. Es ahí donde surge la idea de que alguien pueda estar con él acompañándolo con el objetivo de ver que es lo que llevaba al paciente a repetir esta acción de manera constante. En ese entonces se le llamó amigo calificado.  A partir de los años se cambió la denominación, quedando la de acompañante terapéutico,  debido a que es más apropiada para el trabajo que se realíza.  

Diana: En México, a pesar de llevar ya varios años, aún no ha alcanzado un importante auge; la gente todavía no sabe qué es el acompañamiento terapéutico y no solo la gente común, sino los propios psicólogos aún no están muy enterados. Algunos de los padecimientos que se pueden trbajar desde el AT son: psicosis, adicciones, trastornos alimenticios, discapacidades, autismo, entre otros. Su función es muy amplia, aunque debido a que los padecimientos con los que se trabaja son bastante graves, uno de los quehaceres fundamentales del AT, es re- enlazar al sujeto con lo social, ya que debido a su padecimiento este vinculo se perdio generando un ensimismamiento que acrecenta sus dificultades.

Ignacio: Hay grandes diferencias entre lo que es el acompañante terapéutico, la sombra, el monitor, el cuidador, y el enfermero. Me parece importante que los que estamos trabajando en acompañamiento terapéutico podamos hacer la diferencia para que se entienda desde dónde parte nuestro trabajo. Como lo mencionamos, se podría decir que el acompañamiento terapéutico es el heredero de la antipsiquiatría y del psicoanálisis, por lo tanto el trabajo del AT es en el ambiente del paciente, desde lo emocional y a partir de ciertos parametros estipulados a lo largo de 40 años o más, de práctica y teoría realizada por prefesioanles del tema. Si hablamos del monitor, podríamos pensar que el trabajo que se realíza, es a partir de estrategias de aprendizaje vinculandose así, más con lo cognitivo. Por otro lado, bajo lo que tengo entendido, parece ser que la sombra cubre aquello que la persona no puede hacer. El acompañamiento terapéutico no hace eso y no funciona de esa forma: en donde podría decirse que la sombra, el monitor o cualquiera de las otras modalidades pudiera suplir lo que necesita la persona y estar ahí,  nosotros hacemos lo contrario, “hacemos hueco”. Permitimos que se presenten las dificultades del paciente, para que a partir del acto, podamos intervenir mediante la escucha y la reflexión.

Mijal: El acompañamiento también es un concepto “bisagra”, descrito así en algunos textos que han tratado de sistematizar la práctica y creo que en ocasiones es complicado de entender porque parecería que es un lugar intermedio entre diversas prácticas: entre un análisis, entre una terapia, entre algo más conductual. Mucha gente nos pregunta ¿es una terapia? Y no es una terapia propiamente. ¿Es un análisis? No lo es ¿Es una extensión del análisis? Depende, hay profesionales que dirigen el acompañamiento y que consideran que sí es una extensión del espacio analítico. Por mi parte creo que es un conjunto de funciones que apuntan a intervenir en situaciones de riesgo para alguien pero también para abrir un espacio de escucha sostenida para una persona, es una presencia que enlaza con lo social y que interviene en los espacios del paciente para que pueda realizar ciertas actividades rezagadas por el padecimiento. No se trata de suplir las funciones que el paciente no puede hacer. Hay veces que nosotros hacemos funciones del orden de lo concreto, pero nuestra práctica es mucho más amplia que eso, no nos quedamos nada más encerrados en lo biológico, en lo cognitivo o en lo conductual, trabajamos de fondo en la causa para que entonces eso vierta sus efectos en lo conductual, en lo académico, etc.

Doxa: ¿Qué papel juega el fundamento psicoanalitico en el acompañamiento terapéutico?

Mijal:  El acompañamiento terapéutico es heredero del psicoanálisis o al menos se pensó a partir de él, sin embargo no es un psicoanálisis ambulante como muchas veces nos dicen. Fundamentamos la práctica en el psicoanálisis porque nos parece el acercamiento más justo para comprender la subjetividad humana y el modo de escuchar para intervenir desde una propuesta que de lugar a lo que el paciente busca y no desde una medida correctora que pretenda imponer una noción de lo que es “correcto” y lo que no, si no, aquello conscerniente al deseo del sujeto.

En nuestro seminario tenemos un modulo especifico para trabajar las diferencias entre psicoanálisis y acompañamiento terapéutico para delimitar las funciones de uno y otro campo de tal modo que podamos apoyar en lugar de estorbar o producir funciones dobles que llevan a una gran confusión al paciente.

Nos interesa poder profundizar en las motivaciones; finalmente sabemos que si atendemos lo que motiva la conducta, la conducta entonces se modificará.

Ignacio: Algo importante, es que nosotros estamos ahí cuando surge, con quien surge y en donde surge la problemática del sujeto; a diferencia del consultorio en donde a veces las cosas no suceden en el momento. Los acompañantes terapéuticos, estamos e intervenimos con y a partir del acto.

Mijal: Para nosotros el AT no se trata de exponer al paciente a que haga las cosas para entonces ya actuar, sino llevarlo a que se pregunte ¿qué ocurre? Lo que nos interesa es conocer la significación del acto más allá de la propia conducta. Una conducta como tal puede tener muchas causas, si atendemos la conducta nos perdemos lo importante. Otro terapéuta le podrá decir a un niño “no llores”, “no te va a pasar nada”, “ese miedo que sientes no es real”, etc. Nosotros no trabajamos así. Nosotros preguntaremos por el miedo y el miedo irá cediendo a medida que ese niño lo pueda hablar; eso es intervenir con y  partir del acto.

Diana:  No se trata de llevar el psicoanálisis a la calle, porque se podría pensar que el acompañamiento es eso y no lo es. No es una terapia, pero sí es terapéutico. Considero que es importante subrayar que el acompañante trabaja desde la plataforma de un dispositivo terapéutico en donde la intervención esta estrategicamente planteada por el equipo que en la mayoría de las veces esta conformado por un psiquiatra, un psicoanalista y uno o varios acompañantes.

Doxa: ¿Cuál sería la dinámica entre el acompañante terapeútico y el sujeto?

Diana: Antes que nada es importante subrayar que el AT es un modelo de trabajo echo a la medida, ya que todos los casos son radicalmente distintos y la estrategia de intervención es diferente para cada caso. El acompañamiento empieza desde el lugar en donde se ubica la demanda del sujeto, lo cual puede surgir en casa, en la escuela, en el trabajo, etc. Puede ser que el AT vaya con una persona a su casa a la hora de la comida porque justo ahí es cuando hay una problemática grave; pero a medida que el trabajo se va dando, las problematicas se iran moviendo y de igual manera iran cambiando los lugares de intervención.

Mijal: Suele suceder que con nosotros llegan pacientes que ya han transcurrido por muchas prácticas terapéuticas, sesiones psicoanalíticas, internaciones psiquiátricas y otras opciones del ambito “psi” sin encontrar resolución. Entonces, como el último recurso, llegan con nosotros.

Muchas veces llegan en crisis agudas y lo que haríamos de entrada es acompañar la crisis para que después de que pase, podamos ayudar a que el sujeto recupere todos esos espacios,  no solo sociales, pero también psíquicos que ha perdido hasta ese momento
En algunos casos, los pacientes, al pasar la crisis, buscan el encierro, se desvinculan con el exterior, tienen  sentimientos de mucha vergüenza y experimentan mucha culpa. Esto mismo puede que le ocurra a la la familia. Es por eso que el AT se inserta no solo en el día a día del paciente, sino también en la cotidianeidad de la dinámica familiar, para trabajar desde lo que más ha dificultado la relación: padre-hijo, hermano-hermana, etc.  la intención también es atender lo que está preservado en el paciente y potenciarlo para después potenciar e impulsar lo que no está preservado. En ese sentido nuestra práctica varía muchísimo: tanto podemos ayudar el paciente a acabar una carrera como  acudir a sus sesiones o incluso encontrar empleo. 

Ignacio: La dinámica entre paciente y AT, dependerá del caso y de las características del mismo; así como del estilo del Acompañante. Aunue es importante remarcar que es común que para el acompañado exista la idea de quel acompañante es un amigo. Esta es una posición en la que se frecuenta colocar al AT, el cual deberá trabajar con el acompañado de tal manera en la que se pueda mantener un encuadre de trabajo y a la vez no perder la confianza que éste pueda depositar, la cual será clave para el vínculo y por ende el progreso del paciente.

Doxa: ¿Qué lugar ocupa la transferencia en el acompañamiento terapeutico?

Mijal:  Es fundamental para el trabajo desde ésta modalidad terapéutica. Pensemos en el escenario ideal: el analista está trabajando con un paciente y este analista propone la intervención del acompañamiento terapéutico. Entonces, nos buscan a nosotros, nosotros platicamos con el analista, el analista nos comenta el caso, nosotros hacemos la coordinación del caso, la coordinación de los acompañantes, proponemos a los acompañantes, el acompañante tiene una junta con el analista ( generalmente son juntas semanales para ponerse al día del caso) y se empieza a trabajar.  Durante estas juntas lo que se va trabajando es justamente la transferencia al acompañante del paciente. Una de las entradas más efectivas del acompañante es a partir de la transferencia del paciente con su propio analista, (por eso Ignacio decía que muchas veces cuando no hay analista es muy complejo sostener el trabajo), porque el acompañante, pero a su vez el analista funge como un tercer elemento en la relación y si partimos de la propuesta lacaniana de la agresión en la relación interpersonal, un tercer elemento vendría a permitir una válvula de escape en esa agresión constitutiva con el otro. Como el acompañante trabaja desde otro semejante, esta posibilidad de la agresión se produce con mucha facilidad. La posición del analista es diferente,  el analista como sujeto supuesto saber tiene un lugar que puede matizar un poco más.

En el caso del acompañamiento nos introducimos más como un semejante que representa para el paciente en muchas ocasiones justamente el fracaso de la vinculación al otro. Nosotros estamos en ese lugar representándolo y eso depara todas las dificultades por supuesto, porque estamos casi en este lugar de representación de lo que para el paciente falla en su vida cotidiana. Entonces, trabajar esa vinculación del paciente con el mundo a través de nosotros es ocupar un lugar tercero con relación con ese paciente y el mundo.

Lo que nosotros sabemos es justo introducirnos en ese lugar dramático para poder trabajar esa agresión y la vinculación problemática de ese paciente al mundo, porque somos una presencia constante, no nos vamos.  Podemos resistir los embates de la agresión, podemos resistir los embates de lo amoroso de la transferencia, podemos escuchar cuál es la problemática y trabajarla. Ese es el escenario ideal, donde nosotros nos introducimos como parte del equipo del analista y el analista introduce a la familia o al paciente al equipo de acompañamiento. Eso permite que en un momento dado el analista también pueda ser un mediador en relación al acompañamiento, sin que esa sea su tarea propiamente.

Pero hay ocasiones en donde no hay analista. Nosotros desde Lazo y voz hacemos coordinación de acompañamientos terapéuticos proponiendo a los acompañantes para tal efecto, ellos se forman en el seminario que impartimos anualmente y en el cual, incluimos a analistas que llevan muchos años trabajando éste recurso. En fin, cuando no hay analista es todo un problema ya que se tiene que trabajar la transferencia con la familia y la transferencia con el paciente, lo cual es muy complejo. Imagínense que de un día para el otro un paciente que presentaba una angustia paralizante la cual le impedía salir de su casa, tiene un acompañamiento terapéutico que implica sujetarse a un horario, sujetarse a una relación con otro, sujetarse a una serie de estatutos apalabrados. Es común que en la fantasía del paciente empiecen a circular muchas ideas como que los acompañantes son vigilantes, que son unos perseguidores, que son alguien que va a transmitir lo que el paciente cuenta al hospital, que son unos guardias que lo van a encerrar, etc. Es decir, en ese sentido el acompañamiento tiene sus dificultades, por eso trabajar sobre la transferencia es fundamental, para que el paciente pueda reconocer en la vinculación amorosa al acompañante cuál es el trabajo real del acompañante y que salga de esta fantasía de persecución que no es con nosotros propiamente, que es con el mundo pero que con nosotros se  re-edita.

Doxa: Desde su experiencia personal, ¿qué es lo que más les apasiona del acompañamiento terapéutico?

Ignacio: A mí lo que me gusta es estar ahí, en el ojo de huracán. A pesar de que a veces el estar presente en las dificultades de otros puede llegar a ser muy incómodo para uno, para la familia, para el paciente, y no solo incómodo sino también muy pesado porque es en todo momento en donde todo se destapa y uno se encuentra ahí. Pero cuando te das cuenta de que eres parte de esa dinámica conviertiendote en el depositario de la situación problemática y en el depositario de la locura que pueda surgir en una familia, se abre la posibilidad de poder trabajar con el paciente y devolverle lo que le pertenece, logrando que a raiz de ello surja un movimiento drastico para el progreso de él mismo; ahí es cuando dices y sientes que valio la pena ser parte de todo el torbellino.

Diana: Para mí, el acompañamiento terapéutico, fue mi primera experiencia en el trabajo clínico, saliendo de la carrera, entonces, creo que es un camino que te llena de muchos aprendizajes tanto profesionales como personales. Es un camino difícil de trabajar, en cada caso hay muchos huecos, te encuentras con muchas piedras pero creo que también hay muchísimas sorpresas y eso es lo rico del acompañamiento.  A veces es llegar con el paciente y que te corra o que te diga “vete” y meses después o años después te diga “ven” o “necesito que me eches la mano con esto” y ahí es cuando te das cuenta que algo está pasando, ahí es cuando surge las inmensas sorpresas que conlleva cada caso en su particularidad.

El acompañamiento es como una puesta en escena de la vida misma, es el estar trabajando con lo que es la vida, pero no desde el consultorio, sino desde y con el día a día: como vive una persona, como la familia se relaciona con esa persona, es toda la puesta en escena de aquel dolor subjetivo. Y sí es difícil, tienes que tener que aprender a esperar, ser consistente, ya que es un gran compromiso también, pero es un trabajo que te llena de muchísimas riquezas y que lo vuelvo a repetir, te abre a lo sorpresivo de la vida misma.

Mijal: A mí me gusta que es como un especie de pizarra en la que está todo por escribirse. Me gusta poder intervenir en momentos concretos y después ver de qué forma y ángulo se plasma la intervención, qué se pudo hacer con el paciente, si funcionó o no. La parte que más me gusta es cuando funciona, por supuesto, pero cuando no funciona, creo que se convierte en un reto personal y eso para mí es fundamental. Creo que hay una confrontación con uno mismo y eso me parece muy rico, no solamente por mi propia subjetividad, sino porque me exige encontrar vías para poder entrar a una problemática de pronto muy cerrada y me exige derribar mi propia problemática, me exige flexibilizarme. Me apasiona el psicoanálisis y me apasiona leer la problemática desde ahí y y creo que también me gusta no entender y enfrentarme con la incertidumbre.

Cuando empiezo un caso como acompañante siento que estoy entrando en algo completamente desconocido, que no se qué va a pasar. Es decir, por supuesto que están las coordenadas del caso, pero es como entrar a una habitación a ciegas y poder soportar esa ceguera inicial para que después con el acto de la palabra se vayan iluminando ciertos rincones y más adelante se pueda ir conectando la luz de los rincones hasta empezar a iluminar la habitación completa. Creo que lo que más me apasiona es el aventurarme entrar en esta parte oscura y después empezar a ver como se va aclarando todo.

Doxa: ¿Cuál es su propuesta académica y de qué manera uno se puede formar como acompañante terapéutico?

Ignacio: Nosotros como Lazo y voz funcionamos desde dos vías principales: la parte clínica y la parte formativa. La parte clínica es donde armamos el equipo de trabajo, coordinamos, supervisamos y somos acompañantes terapéuticos; trabajamos en red con diferentes profesionales, como psiquiatras, psicoanalistas, terapeutas, neurólogos, etc. En la parte formativa contamos con seminarios que hacemos de forma anual. Este seminario dura un año y ahí incluimos a diferentes expertos en acompañamiento terapéutico, en psicoanálisis, en psiquiatría y en improvisación teatral entre otras prácticas. El seminario no es solo teórico, también es práctico ya que hemos generado alianza con diferentes instituciones que nos permiten llevar a cabo la práctica de las personas que se forman con nosotros.  Planteamos el seminario de acompañamiento justo como un cruce de diferentes disciplinas y perspectivas, invitamos a gente que tiene ya mucho tiempo trabajando con el acompañamiento para poder problematizarlo; nos interesa sobre todo poder repensar el acompañamiento desde su práctica en el contexto socio-cultural de México. En Argentina el acompañamiento se produjo en un momento muy particular y las características argentinas inciden directamente en la práctica. Por ende, a nosotros nos interesa que en el seminario podamos repensar el acompañamiento y ubicar cuáles son las condiciones propias de nuestro país para poder llevarlo a cabo.

Diana: Cada módulo dura un mes y los ponentes dan cuatro o seis sesiones, de dos horas de trabajo. Al finalizar la útlima sesión del módulo, despues de las dos horas de trabajo, algún experto en el Acompañamiento Terapeútico ya sea de México, de Argentina o de Brazil, prepara un tema de importancia en relación a lo trabajado en el módulo que acaba de concluir.

Doxa: ¿Cómo queda la certificación del acompañamiento terapéutico en México?

Ignacio: En México la formación del acompañamiento terapéutico no es como en Argentina en donde es abalada por el gobierno o por instituciones de educación superior. Aquí desde hace unos cuantos años se forman acompañantes terapéuticos en diferentes grupos y asociaciones a través de seminarios y cursos. Pero antes no era así, el acompañamiento en México existe desde hace ya veinte años, sin conocerse como tal. Por ejemplo, el analista le decía a un colega “ayúdame porque esto no está funcionando, necesito que hagas el mismo trabajo pero afuera” o “ve y despiérta al paciente, que vaya a su trabajo y luego ya te vas”.  Entonces, operaba así, sin nombre, no tenía los lineamientos que ahora de alguna manera existen. Estamos trazando el camino en relación con la certificación, pero no creo que ocurra pronto, aunque para el beneficio de los acompañantes y de los pacientes que trabajan con esta modalidad sería imprecindible que se lograra cuanto antes.

Enero 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario