Entrevista con Néstor
Braunstein realizada por: Laura Daniela Mercado Cisneros (laura_daniela_cisneros@hotmail.com)
N. Braunstein- Para
comenzar, la Medicina, entendiendo que el camino que debía seguir era el de
formarme como médico para poder luego ejercer el psicoanálisis. Puedo por eso
decir que fue Freud quien me llevó a la medicina y no la medicina la que me llevó
a Freud. Desde el comienzo estaba interesado en el psicoanálisis; a los 18 años
empecé a trabajar en un “servicio de psicopatología” donde se daba atención a
pacientes de escasos recursos. Allí pude ayudar a personas que requerían
tratamiento psicológico, junto a maestros insignes con quienes tengo una
relación de gratitud porque me han enseñado la base y los fundamentos de mis
conocimientos; uno de ellos fue mi primer psicoanalista. Desde aquel entonces,
en la Universidad Nacional de Córdoba, específicamente en la Facultad de Medicina
me fui preparando en cuestiones relacionadas con la psicología clínica que me
acercaban a la práctica del psicoanálisis.
Doxa: Entiendo que
Freud fue quien lo direccionó hacia la medicina, pero ¿podría explicar la
relación que existe entre el psicoanálisis lacaniano y la medicina?
N. Braunstein – Lacan
era un médico destacado que estudió y profundizó en el saber psiquiátrico de su
tiempo en íntima amistad con el más importante de los psiquiatras europeos en
el siglo XX, Henri Ey. Juntos trabajaron
hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial en el Hospital de Santa Ana, quizás
el más importante de Francia. Vale la pena subrayarlo: Lacan era un médico, un
psiquiatra que hizo su tesis de doctorado con el título: “De la psicosis paranoica en su relación con la personalidad”. En
aquel tiempo (y después, en los tiempos en que yo mismo me formé) se discutía
si era posible que alguien que no fuera médico accediera a la función de
psicoanalista. Freud, desde el principio, siendo él médico, dijo que sí, que se
debería abrir el campo del psicoanálisis a personas legas, a los psicoanalistas
profanos, es decir a los no formados en el campo de la medicina).
En muchos países,
en México inclusive, hasta hace poco tiempo era requisito indispensable pasar
por la escuela de medicina para ejercer como psicoanalista; ese fue justamente
uno de los puntos por los que Lacan rompe con las normas de la Asociación
Psiquiátrica Internacional que insiste (insistía) en la formación médica. De
modo que los psicoanalistas tenemos un pecado original y este es nuestro origen
en la medicina, origen que no podemos desconocer. Obviamente, siempre hemos de
sostener una actitud crítica frente al discurso médico, crítica que se
manifiesta en nuestra práctica, en nuestra clínica, en nuestros escritos y en
nuestra enseñanza.
Doxa: Para usted
¿qué es el psicoanálisis?
N. Braunstein – Bien,
hay muchas definiciones posibles y muchos puntos desde donde se puede abordar
la pregunta. Freud decía que era una práctica para el tratamiento de personas
con problemas mentales, que era una teoría del psiquismo y que era un método de
investigación. Es decir, separaba un aspecto, clínico, uno teórico y uno
epistémico. Yo agregaría que es además un aparato ideológico del estado, es
decir, un integrante de lo que llamo el dispositivo “psi” que es una
institución o un conjunto de instituciones íntimamente ligadas al
funcionamiento de la sociedad.
Doxa: ¿Es el
psicoanálisis una institución?
N. Braunstein – Así
es, yo diría que “institución psicoanalítica” (lo he escrito en otras partes),
es un oxímoron (un oxímoron es cuando el adjetivo y el sustantivo entran en contradicción,
por ejemplo: leal traidor, honesto ladrón, etc.). Es decir: o es institución (y
por lo tanto el psicoanálisis como tal está excluido), o es psicoanálisis (y
por lo tanto la institución con sus jerarquías y regulaciones está excluida).
Por eso decir “institución psicoanalítica” es una contradicción en los
términos. No obstante, los psicoanalistas no pueden vivir aislados y solos, no
pueden aislarse del discurso como “lazo social”, tienen que formar grupos y la existencia
de grupos configura un fucionamiento institucional; esa es una contradicción
inherente al psicoanálisis mismo.
Doxa: Tomando en
cuenta las diversas opciones existentes ¿cuál sería el camino idóneo para
formarse como psicoanalista?
N. Braunstein –Hay
un camino indicado que es algo que nadie
discute y es el propio análisis, un analista no es cualquiera, es analista después
de hacer su análisis y eso es esencial para que esté preparado técnica y
teóricamente para llevar adelante la experiencia del análisis de otros. Lo
primero y esencial es pasar por el análisis; en segundo lugar, estudiar los
textos fundamentales del psicoanálisis, Freud, Lacan,Klein, Winnicott, en fin, adentarse
en la historia y la cultura del psicoanálisis; en tercero lugar, hacer una
práctica clínica, en sus comienzos bajo supervisión por parte de otros
psicoanalistas para evitar lo que normalmente se produce cuando se trabaja en
psicoanálisis, especialmente la proyección de sus propios problemas no
resueltos sobre los problemas, sobre el discurso de los pacientes. Hay un
cuarto elemento, muy importante pero habitualmente dejado de lado, el analista
deberá incluirse, informarse y sumergirse en la cultura de su tiempo, no dejar de lado la política, la filosofía, la literatura, las artes
plásticas, el cine, la economía política, la lingüística y entender que el
psicoanálisis es el punto en donde confluyen todos los saberes relacionados con
el sujeto y con la subjetividad. Por lo tanto deberá saber también de la
medicina y de lo que se avanza en el conocimiento de la biología; del derecho y
de la forma en que se organizan las sociedades políticas, de la tecnología que
va cambiando la forma de vivir, de las artes y de todo lo humano.
Doxa: ¿Podría
compartir un poco de su experiencia a partir de su práctica como psicoanalista?
N. Braunstein- El
psicoanálisis consiste en escuchar sin juzgar, sin prejuzgar, sin absolver, sin
cuestionar lo que el sujeto tiene para decir. Si lo que el analizante (el
paciente) tiene para decir va cambiando, el analista se adecua a lo que el
sujeto dice, no tiene preconceptos, no tiene ideas de lo que debería ser o
hacer, lo que está bien o lo que está mal; mantiene una neutralidad con
respecto al deseo del otro. Esa es la base del tratamiento psicoanalítico: el
analista se compromete a intercambiar esa demanda de una absoluta sinceridad
por parte del sujeto, por la contraparte que es una absoluta discreción acerca
de lo que sucede en esa práctica, por eso cuando me pregunta por el compartir
la experiencia, yo soy poco proclive, justamente, a dar ejemplos. Una de las
bases esenciales para dicha experiencia es que sea absolutamente privada y que
nada trascienda de lo que sucede en el marco del consultorio analítico.
Doxa: ¿Cuál es su
experiencia profesional desde lo teórico y formal para situarse como
psicoanalista?
N. Braunstein- Es
la que se desprende del propio análisis y es intransmisible si se pretende formularla
como explicación desarrollada en la forma discursiva habitual. Lo que se exige
del analista es que esté abierto a la escucha y a trabajar con lo que surge como
propio del paciente en los intersticios de las frases, en lo que no se dice
explícitamente pero aparece bajo la forma de vacilaciones en el discurso, de
errores, de momentos de emoción o de aparición de asociaciones
transferenciales, es decir relacionadas con la persona del analista mismo, lo que
puede surgir de cómico de chistoso en el curso de la entrevista analítica, en fin todo eso que Freud denominó formaciones del
inconsciente. Uno está atento a esas formaciones del inconsciente: sueños,
lapsus, accidentes en el decir, manifestación de elementos inopinados,
insólitos, dentro de la sesión. Con todo eso se construye el tratamiento día a
día, sesión por sesión. Lo difícil es que haya alguien que escuche el relato de
lo que pasó y pueda verdaderamente entender lo que sucedió en el curso de la
sesión; esto hace de la práctica psicoanalítica una práctica rodeada de cierto
misterio. Por ejemplo, hay autores que se han dedicado a grabar las sesiones y
a escribir a detalle lo que se dijo en una o en varias sesiones de psicoanálisis; el resultado es increíblemente aburrido. Esa
pretendida objetividad de la transcripción fonográfica o fotográfica de la
sesión, no ayuda en nada a entender lo que sucedió en la sesión, porque la
sesión está incluida en el marco de una relación analítica, que es prolongada,
que tiene antecedentes y consecuencias que no pueden incluirse en las frases
efectivamente pronunciadas y correcta o minuciosamente transcritas en una hoja
de papel.
Doxa: Usted hace
toda una construcción sobre del goce, ¿cómo se vive el goce?
N. Braunstein- El
goce es un trasfondo sobre el cual transcurre la vida del cuerpo humano y por
lo tanto está presente también en todo momento de la sesión de análisis. Justamente
uno puede en cada momento, en cada instante preguntarse ¿de qué manera hay goce
en esta situación?, aun en cualquier situación dialéctica, incluso en el goce
que tenemos en nuestra propia conversación de hoy; es decir hay goce en el
intercambio de las miradas en la forma en la que el cuerpo es afectado por el
lenguaje, en las dificultades que encontramos para transmitir una idea, en lo
que usted dice, detrás de cada línea del diálogo ¿Ahora, esta pregunta, cómo la
formulo, con qué palabras? Todo lo que nos pasa en el encuentro interpersonal,
tiene una dimensión de goce que
normalmente queda desapercibida por los participantes de cualquier diálogo humano
y particularmente en lo psicoanalítico, que es donde ese goce puede ser
objetivado por la singularidad del encuentro con el analista. Freud puede decir,
en 1892 , cuando habla de una paciente, que podía decirle con una mirada astuta
y picara, “Cada día estoy peor, doctor”. Entonces Freud subraya no el “cada día
estoy peor”, si no que en cada mirada picara y astuta estaba el goce, de poder
informarle al médico que él no servía, que ella no mejoraba, que lo que le
estaba haciendo no la ayudaba y que se sentía cada día peor; Digámoslo así:
cuando usted me habla, cuando yo le hablo, nuestro recurso gramatical se conoce
como “oraciones” y hay oraciones que son también un pedido, una demanda, una
plegaria. Oración,viene de orare, lo
que sale por la boca (oris), pero la
oración gramatical y la oración religiosa tienen un punto de coincidencia
raramente observado: “Por favor entiéndame, escúcheme, di que compartes mi
punto de vista. Eso es una oración en el sentido religioso: “¿Tú me entiendes?”
“¿Sabes de qué te hablo; no? Hay ahí el pedido de un gesto de asentimiento con
la cabeza subiendo y bajando; todo eso forma parte del goce implícito en todo
dialogo, es decir que cuando uno dialoga espera que el otro lo entienda y
esperar que lo en otro lo entienda es creer en Dios, pues el encuentro con el Otro,
se incluye también en un registro religioso.
Doxa: ¿Qué es lo
que más le apasiona del psicoanálisis y cómo trasmite esa pasión?
N. Braunstein- Es
peligroso querer transmitir la pasión, porque implica una postura apostólica,
una posición proselitista, una invocación a la obsecuencia, a la obediencia,
por ejemplo: “¡sígueme! yo te voy a mostrar el camino de la perfección, de la
belleza, del amor, de la pasión, de tantas cosas hermosas”. El psicoanálisis es renuente a participar en
esa apelación al otro como obediente. Más bien uno puede comentar: “tienes
resistencias, hay razón para tus resistencias, vamos a explorar que hay en ti que
resiste al psicoanálisis, porque bien puede ser que sea el psicoanálisis el que
resiste en sí mismo ó el analista el que resiste a sí mismo y a su práctica.
Hay seducción de la invitación a participar en un mundo precioso, maravilloso, apasionante, donde las dificultades se resuelven
y se disuelven. El psicoanálisis invita a participar en una experiencia de
exploración, con resultados inciertos y sin promesas de redención o de curación,
sin la presión de lo que se significa: el “Yo te curaré, yo te salvaré o te haré
feliz”. La paradójoica invitación que hace el psicoanálisis es: ven y goza conmigo
de las dificultades que vamos a enfrentar
en el momento de nuestro diálogo como exploración de lo desconocido en
cada uno de nosotros.
Doxa: En la
actualidad cada vez se busca más el “remedio mágico” para resolver cualquier
problemática, “la pastillita sanadora” para el dolor, lo rápido y lo eficaz. En
este panorama ¿qué lugar ocupa el psicoanálisis?
N. Braunstein - Se
trataría quizá de reconciliarse con la sombra en un mundo donde a la sombra se
la trata de desalojar para que todo parezca claro y evidente y la dificultad en
el pensamiento, en la vida, sea evitada. El psicoanálisis tiende a enfrentarse
con los aspectos sombríos, Freud diría “siniestros”
u “ominosos” dentro de uno mismo,
aquello que la conciencia rechaza porque es inconciliable con el yo. Se
pretende ampliar el espacio que el yo puede aceptar de sí mismo y que
normalmente, por la presión de la cultura, uno tiende a rechazar. Es decir, por
conveniencia social tendemos a ajustarnos a lo que el otro aspira o extrae de
nosotros como palabra, como imagen, como cuerpo. Desde el psicoanálisis en su
teoría y en su práctica se aspira justamente a reconocer y denunciar esa parte
obscura que es el inconsciente y para poder denunciarlo es preciso permitir que
se manifieste. Éste se manifiesta, como decíamos, en los lapsus, en los síntomas, en los sueños, en
todo aquello que la conciencia tiende a desechar porque el yo tiene
dificultades para reconocer como propio. Es decir, que los impulsos más
primitivos del ser humano, empezando por el hecho de ser cada uno un ser
sexuado (por eso la insistencia en la sexualidad) todo eso tiende a ser
desconocido, negado, puesto de costado para mantener la apariencia de una
relación equilibrada, en donde cada uno se pone una máscara y pretende que el
otro reconozca como siendo lo que uno es en lo imaginario, olvidando que se
trata justamente de eso, de máscaras. Por eso es que las características del
diálogo psicoanalítico, son tan restrictivas y tan diferentes del diálogo
convencional entre seres parlantes.
Doxa: Entiendo que
para construir un diálogo psicoanalítico, habría que manejar un lenguaje
psicoanalítico, ¿este cómo se construye desde la práctica?
N. Braunstein -Yo diría que el
psicoanalista tiene 3 prácticas, una práctica diurna, una práctica nocturna y
una práctica onírica, la practica diurna es lo que hace de día a la luz pública,
los encuentros con los pacientes, la manera en la que escucha, participa en instituciones, lleva su vida
etc., la práctica nocturna es, cuando termina el día y se sienta a reflexionar en
lo que sucedió en las sesiones analíticas, en esa experiencia diaria y
cotidiana, revisa los momentos decisivos de su actuar como si continuase su
análisis que es, en términos psicoanalíticos, lo que ha vivido durante día; finalmente,
una práctica onírica: se va a dormir: sueña y al soñar puede recoger
retroactivamente ecos de lo que sucedió durante el día y la noche, lo que
sucedió cuando actuó y qué sucedió cuando pensó y escribió. Entonces, a su experiencia, le da una forma
imaginaria, transformada por el trabajo del sueño en asociaciones y en imágenes
insólitas inesperadas. Aprende lo que el psicoanálisis le enseñó.
Doxa: ¿Por qué
Lacan?
N. Braunstein - ¿Porqué
Platón? ¿Porqué Descartes? ¿Porqué Marx? Ellos son simplemente “autores” y hay
que pensar lo que Foucault dijo acerca de qué es un autor. Cada uno responde a
un momento que podría no haber pasado (son contingencias en la historia del
pensamiento) pero una vez que dejaron sus escritos son ineludibles. Podría no
haber sido Platón quien escribió los diálogos pero una vez que los escribió, si
se quiere ser filosofo, se tiene que pasar por los diálogos de Platón. Si
Descartes no hubiera escrito “el discurso del método”, no se hubiera notado su
falta pero, una vez que lo escribió, leerlo es una necesidad y una exigencia,
lo mismo sucede con Freud, Marx o Lacan. Una vez que tuvo lugar el
acontecimiento de la emergencia de un nuevo discurso uno no puede hacer como si
no hubiera pasado. Por ello es necesario introducirse en él y pasar por la experiencia
de ser modelado física, corporal y mentalmente por el autor en cuestión: son
ineludibles.
Doxa: Se dice que
el psicoanálisis atrapa a quien se acerque a él, sin embargo, de primera
instancia, empezar por los textos de Lacan podría ser demasiado complejo, ¿qué
opina al respecto?
N. Braunstein - François Roustang,
discípulo disidente de Lacan, escribió un libro: “A quien el psicoanálisis atrapa ya no lo suelta”. Uno puede eludir
las complicaciones en todos los campos. Digamos, en el campo amoroso es más
fácil buscar un prostituto o una prostituta que entregarse a la experiencia del
amor, el amor es complicado. Si uno lee un libro puede leer a Paulo Coelho ó
James Joyce: hay cosas que son sencillas
y cosas que son complicadas. Si uno va a leer ensayos puede elegir: puede leer
a Erich Fromm o leer a Lacan, Fromm es sencillo, se entiende todo. Lacan es
complicado, es preferencia y un escogencia, algunos preferimos las
complicaciones pero no tenemos un juicio descalificador, es una elección: yo puedo ver Televisa o ver
una película de Sokúrov. Prefiero ciertas cosas, la mayoría prefiere otra cosa,
lo más sencillo (“no te compliques” es una conseja común). Soy consciente de
que la mayoría prefiere lo sencillo y tal vez sea una forma rebuscada del
narcisismo el pretender seguir o buscar lo complicado (como Lacan): es cuestión
de elección .
Doxa: ¿Cuál ha sido
su camino en relación a la transmisión de lo intransmisible, a todos aquellos
que se han interesado o se interesan por el psicoanálisis?
N. Braunstein - Insisto
en un punto que me parece esencial: el psicoanálisis no es un discurso ya hecho
para transmitir y enseñar eso que uno ya sabe. El psicoanálisis es un modo de
escuchar para interrogar eso que uno ignora, el psicoanalista interviene haciendo
actuar su no saber y desde ahí es que pregunta y escucha. En relación a esos de
los que hablaba creo que la actitud del psicoanalista, y más si pretende ser o
se le adjudica el término y la categoría de pionero, será pionero en lo que aprende
a escuchar observando lo que pasa a su alrededor, atendiendo a lo que pasa en
el mundo político, de las ideas, subjetivo, de las prácticas estéticas, en el
mundo de la vida amorosa, de las relaciones entre dominantes y dominados, amos
y esclavos, que siguen existiendo en nuestra cultura, entonces se trata de
tomar partido y de escuchar al dominado, al niño en la escuela, al loco en el
hospital psiquiátrico, al trabajador en la fábrica, al chico drogado en las
condiciones de la vida contemporánea cuando no puede afrontar las exigencias
que se le formulan o cuando ni sabe cuáles son las exigencias que se le
formulan por que quedan tácitas y no sabe qué tiene que responder qué se espera
de él. En fin, creo que se trata, no de decir sino de oír y que la práctica del
psicoanálisis está centrada en la escucha y no en el discurso proferido desde
un lugar de autoridad o de maestro .
Doxa: ¿Qué
compromiso exige el psicoanálisis a aquellos que quieren adoptar su forma de
pensar y de escuchar?
N. Braunstein – El psicoanálisis
es una práctica difícil que mal pudiera estar de moda por que exige mucho de quuienes
adhieren a él. ¿De qué forma uno se siente inclinado a unirse a un grupo de
profesionales e investigadores del inconsciente que, no siendo mayoritario,
tiene un modo de pensar complicado, profundo, que capta verdades inaccesibles
para otros métodos o cómo existe en general la tendencia de escapar a esas
dificultades yéndose por el lado de los discursos y las prácticas sencillas: la
terapia-cognitivo conductual, la psicofarmacología ó los libros de autoayuda.
Entonces, ¿por qué vida profesional e intelectual nos vamos a inclinar? Es una
cuestión ética y de elección; cada uno elige la manera en la que vive su propia
infelicidad, porque aquí no se trata de que vivamos en un jardín de rosas,
porque “nunca te prometí un jardín de
rosas”, de manera que la cuestión es cómo se coloca uno frente al malestar
de la cultura y frente al malestar de la vida contemporánea. El psicoanálisis
es uno de los caminos posibles, de ninguna manera el que todos deben seguir o
el mejor. Es la ruta para los que elijan andar por ella. Nada más.
Doxa: Es importante
saber la distinción entre la psicología y el psicoanálisis, ¿cómo los podría
definir?
N. Braunstein - En esto
estoy desde hace exactamente 40 años, cuando en el 1973 pronuncié en Córdoba
las clases junto con otros compañeros que se transformó en “Psicología, ideología y ciencia”. El libro se editó en México en
1975, se han sacado fotocopias por millares en todos los países de
Latinoamérica, se han vendido 100.000 ejemplares, justamente para definir cuál
es la articulación entre la psicología como una descripción y una teoría y un
análisis fenoménico de la conciencia y de la conducta; por otro lado el
psicoanálisis con su objeto propio que es el inconsciente con su método de
investigación absolutamente único que es el de la asociación libre ante un
psicoanalista preparado para no imponer ideas, preceptos, para no juzgar, ni
condenar, ni absolver nada que tenga que ver con el deseo del sujeto. Por ahí
pasa la diferencia entre la psicología: el estudio de la conciencia y de la
conducta fundado en un pretendido evolucionismo que haría que podamos
investigar los procesos vitales de los ratones para entender qué pasa con los
seres humanos en la cultura. De tal modo se desconoce esta modificación
esencial que introduce el lenguaje en nuestra vida al apoderarse de nuestros
cuerpos biológicos, de nuestro “organismo”.
Doxa: ¿Cuál es la
postura del psicoanálisis frente a lo convencional, a lo “normal” de la
sociedad?
N. Braunstein – Sí, uno
podría olvidarse de la subjetividad; de hecho es lo que se hace , sumergirse en
la corriente de una vida “normal “ como si tal cosa existiese, donde uno
reparte los tiempos del placer del ocio y del descanso, y los somete a la
regulación institucional que ejercen la sociedad y la cultura regulando qué se
debe y qué se puede hacer, incluyendo el cómo se debe vivir y lo que será
considerado como transgresión. Lo “transgresivo” forma parte, no de lo anormal de la vida , si
no de lo normal de la vida de cada ser. De tal modo, todo acto es juzgable en
la medida de la posición y del respeto a las convenciones o a la falta de
respeto a esas convenciones que pueden ser, tan convencionales como la convención misma. Por ejemplo: alguien que
dice “Bueno; si la convención dice qué es andar bien vestido y bien arreglado
yo voy andar fachoso, el andar fachoso es una manera convencional de colocarse
frente a la supuesta orden de ser elegante, pero ser elegante o ser fachoso ,
son dos maneras de lo mismo, no es que uno se opone al otro y uno es bueno y el
otro es malo, es simplemente una toma de partida de cómo se coloca uno frente a
la convención y al colocarse la acepta como tal. Entonces ¿qué es actuar según
el deseo?, que no es el deseo de plegarse o de rebelarse, porque el plegarse o
el rebelarse forman parte del mismo
movimiento. Hay otra opción que consiste en diferenciarse, y si para el
psicoanálisis hay algo esencial es que al cabo de un análisis el sujeto pueda
manifestar su absoluta diferencia, que es precisamente no estar a favor o en
contra de la convención si no colocarse fuera de la supuesta “convención”.
Doxa: ¿Qué es el
deseo?
N. Braunstein - Algo que
descubre el psicoanálisis es que el deseo es inconsciente, porque si el deseo
es consciente simplemente no es deseo, es demanda, es simplemente búsqueda de
un objeto que está representado para uno y que uno sabe en qué consiste. No
hablamos de deseo cuando tengo hambre, voy y me siento en un restaurant y pido
una pizza. No, eso no tiene nada que ver con el deseo, eso tiene que ver con la
satisfacción de la necesidad, con la demanda, con otras dimensiones que no son
las del deseo. Justamente lo que ofrece la cultura son simulacros de objetos
que satisfacen el deseo, el ejemplo clásico para mí es el de la botella de
coca-cola. ¿Qué relación tiene la botella de coca-cola con el cuerpo de la
mujer? El envase del refresco no es una
botella derecha: lo curvilíneo apunta a algo que supuestamente forma parte del
inconsciente del consumidor, pero no es aquello de lo que el consumidor mismo
es consciente; la publicidad se aprovecha de eso constantemente y recurre a los
mensajes subliminales en donde uno cree estar comprando algo que le es ofrecido
cuando en realidad está comprando algo que le falta y ni sabe lo que es.
Por eso creo que se
pone en juego ese deseo inconsciente cuyo objeto es lo que uno no puede
reconocer en sí mismo. Por eso Freud arranca del complejo de Edipo del deseo de
cohabitar con la madre, de matar al padre. Es decir, de lo que uno no puede
reconocer de sí mismo porque parece como monstruoso, obsceno e inaceptable.
Entonces, en el escenario del psicoanálisis, se podría intentar encontrar qué
es aquello que esencialmente lo constituye a uno; y no es lo que uno es o lo
que uno tiene , sino lo que uno no es y lo que no tiene y que querría tener:
por eso que el deseo es una falta en ser. No se puede desear lo que se tiene,
eso se sabe desde Platón, siempre se desea lo que no se tiene. Entonces, se
trata de distinguir lo que no se tiene y lo que conduce a la teoría tan
discutida de complejo de castración, porque lo que no se tiene es esa potencia
fálica, es el falo que colmaría el deseo, el deseo de ya no desear, pero que se
confunde o se licúa dentro de la idea misma de muerte.
Doxa: ¿Cómo se
podría decir que el fin del análisis se establece, a diferencia de la
psicoterapia que busca el bienestar?
N. Braunstein - ¿El bien/estar ¾ de
quién? ¿El bienestar del Otro, no el de uno, sino el del Otro? El deseo es
egoísta dicen y creo que tienen razón los que dicen eso. Uno desea “generosamente”
el bienestar del otro, esto se presentaría como oblatividad, el óbolo, el dar,
el ser “a todo dar”. No es esa la meta en el psiconálisis; es más bien respetar
el fantasma del otro, creo que es esencial y diría que “el respeto al fantasma
del otro, al fantasma ajeno, es la paz”: “Fantasea lo que desees, lo que
quieras, puedes hacer de mí lo que quieras en tu fantasma, yo haré lo mismo contigo”. Respetar el fantasma
del otro es lo que puede llevar a un encuentro que sea distinto a los
encuentros de dominación en que consiste la mayoría de los encuentros. Entre
los individuos como entre las naciones “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Doxa: Entonces,
¿qué implicaciones tiene el fin de análisis?
N. Braunstein - En psicoanálisis, como en todas las
cosas, hay limitaciones y limites, esta distinción procede de Kant. La
limitación se puede superar, el límite es insuperable y Lacan lo planteaba en esta
forma: “pasar de la impotencia a la imposibilidad. La impotencia es superable,
la imposibilidad es el límite más allá del cual no se puede ir. Entonces, en el
psicoanálisis se trataría justamente de poner frenos a la impotencia hasta
tropezar con la imposibilidad de superar las limitaciones, hasta encontrar los
limites. Freud encontraba un límite en la “roca viva de la castración” y es en
ese punto donde terminaba “Análisis terminable y análisis interminable. Pienso
que es por ahí que podemos pensar el fin del análisis, ese fin que consiste,
por una parte, en el establecimiento de esa diferencia absoluta, mientras que
la psicoterapia a la que hacíamos referencia antes, apunta a disolver las
diferencias, a que cada uno sea “normal”, es decir, que sea como todos. El
psicoanálisis apunta a que cada uno sea como ninguno, tal es la diferencia
esencial.
Doxa: Para
concluir, ¿qué es lo que los psicólogos tendrían que saber como algo
fundamental sobre la práctica psicoanalítica?
N. Braunstein - Lo
fundamental de la práctica psicoanalítica es pasar por ella, difícilmente van a
saber qué tiene la práctica psicoanalítica leyendo libros, artículos o
entrevistas a psicoanalistas y llegar a entender lo fundamental de la práctica
psicoanalítica. Creo que esto es un poco tramposo, como si dijésemos que para
entender el cristianismo tienes que bautizarte, pero que uno no entiende y se
convierte a una religión propagada por el que dice esa frase. Siempre he sospechado
de esta expresión psicoanalítica de “Si quieres entender lo que es
psicoanálisis tienes que psicoanalizarte”, “si quieres entender lo que es el
judaísmo, comienza por la circuncisión”. No puede ser así como funcionan las doctrinas
y las teorías. Creo que a través de una entrevista como la que acabamos de
tener podemos despertar el interés por entender lo que se juega en el
psicoanálisis en relación y en diferencia con las posiciones diferentes y
vecinas a él, por la psicología y, eventualmente, si el lector de este diálogo
piensa que el análisis es algo que le conviene para enfrentar las dificultades
personales y subjetivas por las que atraviesa, entonces podrá decidirse a
formular una demanda a un psicoanalista: nada garantiza que lo que va a suceder
ahí, si va a ser bueno para la persona. En otras palabras, es una aventura, es
un riesgo, una posibilidad de llegar a mantener una relación distinta consigo
mismo que habrá de reflejarse en las
relaciones que se tienen con los demás. De modo que a lo que uno puede incitar
es a la curiosidad: eso, despertar la curiosidad, es válido y no el mandamiento
“conviértete porque entonces creerás”.
Doxa: Me quedo con
la frase “Yo nunca te prometí un jardín de rosas”, me parece que es perfecta
para situar el psicoanálisis en un riesgo y no en una promesa. Gracias por su
tiempo y por la entrevista.
N. Braunstein: Fue un gran placer para mí colaborar en la
producción de esta “doxa” que siempre llama a la heterodoxia. Gracias.