Entrevista realizada
por
Laura Daniela Mercado
Cisneros (laura_daniela_cisneros@hotmail.com)
Karina Esparza
Pavliuchenko (karakilinsky@hotmail.com)
Lazo y voz trabaja a partir del acompañamiento
terapéutico con pacientes que sufren de diversos padecimientos. La dinámica de
su práctica se enriquece con varias disciplinas que se entrelazan y se unifican
bajo el mismo objetivo de ayudar al paciente a “re-enlazarse” con aquello que
ha perdido. Lazo y voz trabaja a partir del psicoanalisis, por lo que la voz
del paciente, así como la pregunta por su ser adquieren la máxima importancia.
Mijal Schmidt, Diana Pérez e Ignacio Ferreyra nos platicaron sobre la fundación
de Lazo y Voz, de las bases de su práctica, así como de su propuesta educativa.
Doxa: ¿Qué es Lazo y voz y cómo nace?
Mijal: Es
un equipo interdisciplinario que surge entre otras cosas, a partir de darnos
cuenta que ciertos pacientes han tenido alrededor: terapeutas, psiquiatras,
psicoanalistas, neurólogos; sin que haya una articulación de trabajo en donde
se tome a la persona que padece como el punto de importancia para generar un
equipo que le permita revincularse con todo aquello que perdió de su ambiente
por las dificultades de su padecimiento, moviéndolo así de ese “no lugar” que
se le adjudica por la falta de coordinación entre los profesionales que
trabajan con él.
Doxa: ¿Qué es el acompañamiento terapéutico?
Ignacio:
El Acompañamiento Terapéutico es un modelo de intervención clínica que surge en
Argentina en los 60´s como heredero del movimiento antipsiquiátrico y el
psicoanálisis, como un modelo de apoyo al trabajo en el consultorio. Esta idea
nace del Dr. Eduardo Kalina, debido a un caso de alcoholismo que atendió, en donde
el sujeto llegaba al consultorio y hacía su trabajo allí, pero cuando se iba,
la mayoría de las veces recaía. Es ahí donde surge la idea de que alguien pueda
estar con él acompañándolo con el objetivo de ver que es lo que llevaba al
paciente a repetir esta acción de manera constante. En ese entonces se le llamó
amigo calificado. A partir de los años se cambió la denominación,
quedando la de acompañante terapéutico,
debido a que es más apropiada para el
trabajo que se realíza.
Diana: En
México, a pesar de llevar ya varios años, aún no ha alcanzado un importante
auge; la gente todavía no sabe qué es el acompañamiento terapéutico y no solo
la gente común, sino los propios psicólogos aún no están muy enterados. Algunos
de los padecimientos que se pueden trbajar desde el AT son: psicosis, adicciones,
trastornos alimenticios, discapacidades, autismo, entre otros. Su función es
muy amplia, aunque debido a que los padecimientos con los que se trabaja son bastante
graves, uno de los quehaceres fundamentales del AT, es re- enlazar al sujeto
con lo social, ya que debido a su padecimiento este vinculo se perdio generando
un ensimismamiento que acrecenta sus dificultades.
Ignacio:
Hay grandes diferencias entre lo que es el acompañante terapéutico, la sombra, el monitor, el cuidador, y
el enfermero. Me parece importante
que los que estamos trabajando en acompañamiento terapéutico podamos hacer la
diferencia para que se entienda desde dónde parte nuestro trabajo. Como lo
mencionamos, se podría decir que el acompañamiento terapéutico es el heredero
de la antipsiquiatría y del psicoanálisis, por lo tanto el trabajo del AT es en
el ambiente del paciente, desde lo emocional y a partir de ciertos parametros
estipulados a lo largo de 40 años o más, de práctica y teoría realizada por
prefesioanles del tema. Si hablamos del
monitor, podríamos pensar que el trabajo que se realíza, es a partir de
estrategias de aprendizaje vinculandose así, más con lo cognitivo. Por otro
lado, bajo lo que tengo entendido, parece ser que la sombra cubre aquello que la persona no puede hacer. El
acompañamiento terapéutico no hace eso y no funciona de esa forma: en donde
podría decirse que la sombra, el monitor o cualquiera de las otras
modalidades pudiera suplir lo que necesita la persona y estar ahí, nosotros hacemos lo contrario, “hacemos hueco”.
Permitimos que se presenten las dificultades del paciente, para que a partir
del acto, podamos intervenir mediante la escucha y la reflexión.
Mijal: El
acompañamiento también es un concepto “bisagra”, descrito así en algunos textos
que han tratado de sistematizar la práctica y creo que en ocasiones es
complicado de entender porque parecería que es un lugar intermedio entre
diversas prácticas: entre un análisis, entre una terapia, entre algo más
conductual. Mucha gente nos pregunta ¿es una terapia? Y no es una terapia
propiamente. ¿Es un análisis? No lo es ¿Es una extensión del análisis? Depende,
hay profesionales que dirigen el acompañamiento y que consideran que sí es una
extensión del espacio analítico. Por mi parte creo que es un conjunto de
funciones que apuntan a intervenir en situaciones de riesgo para alguien pero
también para abrir un espacio de escucha sostenida para una persona, es una
presencia que enlaza con lo social y que interviene en los espacios del
paciente para que pueda realizar ciertas actividades rezagadas por el
padecimiento. No se trata de suplir las funciones que el paciente no puede
hacer. Hay veces que nosotros hacemos funciones del orden de lo concreto, pero
nuestra práctica es mucho más amplia que eso, no nos quedamos nada más
encerrados en lo biológico, en lo cognitivo o en lo conductual, trabajamos de
fondo en la causa para que entonces eso vierta sus efectos en lo conductual, en
lo académico, etc.
Doxa: ¿Qué papel juega el fundamento psicoanalitico en el
acompañamiento terapéutico?
Mijal: El acompañamiento terapéutico es heredero del
psicoanálisis o al menos se pensó a partir de él, sin embargo no es un
psicoanálisis ambulante como muchas veces nos dicen. Fundamentamos la práctica
en el psicoanálisis porque nos parece el acercamiento más justo para comprender
la subjetividad humana y el modo de escuchar para intervenir desde una
propuesta que de lugar a lo que el paciente busca y no desde una medida
correctora que pretenda imponer una noción de lo que es “correcto” y lo que no,
si no, aquello conscerniente al deseo del sujeto.
En
nuestro seminario tenemos un modulo especifico para trabajar las diferencias
entre psicoanálisis y acompañamiento terapéutico para delimitar las funciones
de uno y otro campo de tal modo que podamos apoyar en lugar de estorbar o
producir funciones dobles que llevan a una gran confusión al paciente.
Nos
interesa poder profundizar en las motivaciones; finalmente sabemos que si
atendemos lo que motiva la conducta, la conducta entonces se modificará.
Ignacio:
Algo importante, es que nosotros estamos ahí cuando surge, con quien surge y en
donde surge la problemática del sujeto; a diferencia del consultorio en donde a
veces las cosas no suceden en el momento. Los acompañantes terapéuticos,
estamos e intervenimos con y a partir del acto.
Mijal:
Para nosotros el AT no se trata de exponer al paciente a que haga las cosas
para entonces ya actuar, sino llevarlo a que se pregunte ¿qué ocurre? Lo que
nos interesa es conocer la significación del acto más allá de la propia
conducta. Una conducta como tal puede tener muchas causas, si atendemos la
conducta nos perdemos lo importante. Otro terapéuta le podrá decir a un niño
“no llores”, “no te va a pasar nada”, “ese miedo que sientes no es real”, etc.
Nosotros no trabajamos así. Nosotros preguntaremos por el miedo y el miedo irá
cediendo a medida que ese niño lo pueda hablar; eso es intervenir con y partir del acto.
Diana: No se trata de llevar el psicoanálisis a la
calle, porque se podría pensar que el acompañamiento es eso y no lo es. No es
una terapia, pero sí es terapéutico. Considero que es importante subrayar que
el acompañante trabaja desde la plataforma de un dispositivo terapéutico en
donde la intervención esta estrategicamente planteada por el equipo que en la
mayoría de las veces esta conformado por un psiquiatra, un psicoanalista y uno
o varios acompañantes.
Doxa: ¿Cuál sería la dinámica entre el acompañante
terapeútico y el sujeto?
Diana: Antes
que nada es importante subrayar que el AT es un modelo de trabajo echo a la
medida, ya que todos los casos son radicalmente distintos y la estrategia de
intervención es diferente para cada caso. El acompañamiento empieza desde el
lugar en donde se ubica la demanda del sujeto, lo cual puede surgir en casa, en
la escuela, en el trabajo, etc. Puede ser que el AT vaya con una persona a su casa
a la hora de la comida porque justo ahí es cuando hay una problemática grave; pero
a medida que el trabajo se va dando, las problematicas se iran moviendo y de
igual manera iran cambiando los lugares de intervención.
Mijal: Suele
suceder que con nosotros llegan pacientes que ya han transcurrido por muchas
prácticas terapéuticas, sesiones psicoanalíticas, internaciones psiquiátricas y
otras opciones del ambito “psi” sin encontrar resolución. Entonces, como el último
recurso, llegan con nosotros.
Muchas
veces llegan en crisis agudas y lo que haríamos de entrada es acompañar la crisis
para que después de que pase, podamos ayudar a que el sujeto recupere todos
esos espacios, no solo sociales, pero
también psíquicos que ha perdido hasta ese momento
En
algunos casos, los pacientes, al pasar la crisis, buscan el encierro, se
desvinculan con el exterior, tienen sentimientos de mucha vergüenza y experimentan
mucha culpa. Esto mismo puede que le ocurra a la la familia. Es por eso que el
AT se inserta no solo en el día a día del paciente, sino también en la cotidianeidad
de la dinámica familiar, para trabajar desde lo que más ha dificultado la
relación: padre-hijo, hermano-hermana, etc. la intención también es atender lo que está
preservado en el paciente y potenciarlo para después potenciar e impulsar lo
que no está preservado. En ese sentido nuestra práctica varía muchísimo: tanto
podemos ayudar el paciente a acabar una carrera como acudir a sus sesiones o incluso encontrar
empleo.
Ignacio:
La dinámica entre paciente y AT, dependerá del caso y de las características
del mismo; así como del estilo del Acompañante. Aunue es importante remarcar
que es común que para el acompañado exista la idea de quel acompañante es un
amigo. Esta es una posición en la que se frecuenta colocar al AT, el cual
deberá trabajar con el acompañado de tal manera en la que se pueda mantener un
encuadre de trabajo y a la vez no perder la confianza que éste pueda depositar,
la cual será clave para el vínculo y por ende el progreso del paciente.
Doxa: ¿Qué lugar ocupa la transferencia en el
acompañamiento terapeutico?
Mijal: Es fundamental para el trabajo desde ésta
modalidad terapéutica. Pensemos en el escenario ideal: el analista está
trabajando con un paciente y este analista propone la intervención del
acompañamiento terapéutico. Entonces, nos buscan a nosotros, nosotros
platicamos con el analista, el analista nos comenta el caso, nosotros hacemos
la coordinación del caso, la coordinación de los acompañantes, proponemos a los
acompañantes, el acompañante tiene una junta con el analista ( generalmente son
juntas semanales para ponerse al día del caso) y se empieza a trabajar. Durante estas juntas lo que se va trabajando
es justamente la transferencia al acompañante del paciente. Una de las entradas
más efectivas del acompañante es a partir de la transferencia del paciente con
su propio analista, (por eso Ignacio decía que muchas veces cuando no hay
analista es muy complejo sostener el trabajo), porque el acompañante, pero a su
vez el analista funge como un tercer elemento en la relación y si partimos de
la propuesta lacaniana de la agresión en la relación interpersonal, un tercer
elemento vendría a permitir una válvula de escape en esa agresión constitutiva
con el otro. Como el acompañante trabaja desde otro semejante, esta posibilidad
de la agresión se produce con mucha facilidad. La posición del analista es
diferente, el analista como sujeto
supuesto saber tiene un lugar que puede matizar un poco más.
En el
caso del acompañamiento nos introducimos más como un semejante que representa
para el paciente en muchas ocasiones justamente el fracaso de la vinculación al
otro. Nosotros estamos en ese lugar representándolo y eso depara todas las
dificultades por supuesto, porque estamos casi en este lugar de representación
de lo que para el paciente falla en su vida cotidiana. Entonces, trabajar esa
vinculación del paciente con el mundo a través de nosotros es ocupar un lugar
tercero con relación con ese paciente y el mundo.
Lo que
nosotros sabemos es justo introducirnos en ese lugar dramático para poder
trabajar esa agresión y la vinculación problemática de ese paciente al mundo, porque
somos una presencia constante, no nos vamos.
Podemos resistir los embates de la agresión, podemos resistir los embates
de lo amoroso de la transferencia, podemos escuchar cuál es la problemática y
trabajarla. Ese es el escenario ideal, donde nosotros nos introducimos como
parte del equipo del analista y el analista introduce a la familia o al
paciente al equipo de acompañamiento. Eso permite que en un momento dado el
analista también pueda ser un mediador en relación al acompañamiento, sin que esa
sea su tarea propiamente.
Pero hay
ocasiones en donde no hay analista. Nosotros desde Lazo y voz hacemos coordinación de acompañamientos terapéuticos
proponiendo a los acompañantes para tal efecto, ellos se forman en el seminario
que impartimos anualmente y en el cual, incluimos a analistas que llevan muchos
años trabajando éste recurso. En fin, cuando no hay analista es todo un
problema ya que se tiene que trabajar la transferencia con la familia y la transferencia
con el paciente, lo cual es muy complejo. Imagínense que de un día para el otro
un paciente que presentaba una angustia paralizante la cual le impedía salir de
su casa, tiene un acompañamiento terapéutico que implica sujetarse a un horario,
sujetarse a una relación con otro, sujetarse a una serie de estatutos
apalabrados. Es común que en la fantasía del paciente empiecen a circular
muchas ideas como que los acompañantes son vigilantes, que son unos
perseguidores, que son alguien que va a transmitir lo que el paciente cuenta al
hospital, que son unos guardias que lo van a encerrar, etc. Es decir, en ese
sentido el acompañamiento tiene sus dificultades, por eso trabajar sobre la
transferencia es fundamental, para que el paciente pueda reconocer en la
vinculación amorosa al acompañante cuál es el trabajo real del acompañante y
que salga de esta fantasía de persecución que no es con nosotros propiamente,
que es con el mundo pero que con nosotros se re-edita.
Doxa: Desde su experiencia personal, ¿qué es lo que más les
apasiona del acompañamiento terapéutico?
Ignacio:
A mí lo que me gusta es estar ahí, en el ojo de huracán. A pesar de que a veces
el estar presente en las dificultades de otros puede llegar a ser muy incómodo
para uno, para la familia, para el paciente, y no solo incómodo sino también
muy pesado porque es en todo momento en donde todo se destapa y uno se
encuentra ahí. Pero cuando te das cuenta de que eres parte de esa dinámica
conviertiendote en el depositario de la situación problemática y en el
depositario de la locura que pueda surgir en una familia, se abre la
posibilidad de poder trabajar con el paciente y devolverle lo que le pertenece,
logrando que a raiz de ello surja un movimiento drastico para el progreso de él
mismo; ahí es cuando dices y sientes que valio la pena ser parte de todo el
torbellino.
Diana:
Para mí, el acompañamiento terapéutico, fue mi primera experiencia en el
trabajo clínico, saliendo de la carrera, entonces, creo que es un camino que te
llena de muchos aprendizajes tanto profesionales como personales. Es un camino
difícil de trabajar, en cada caso hay muchos huecos, te encuentras con muchas
piedras pero creo que también hay muchísimas sorpresas y eso es lo rico del
acompañamiento. A veces es llegar con el
paciente y que te corra o que te diga “vete” y meses después o años después te
diga “ven” o “necesito que me eches la mano con esto” y ahí es cuando te das
cuenta que algo está pasando, ahí es cuando surge las inmensas sorpresas que
conlleva cada caso en su particularidad.
El
acompañamiento es como una puesta en escena de la vida misma, es el estar
trabajando con lo que es la vida, pero no desde el consultorio, sino desde y
con el día a día: como vive una persona, como la familia se relaciona con esa
persona, es toda la puesta en escena de aquel dolor subjetivo. Y sí es difícil,
tienes que tener que aprender a esperar, ser consistente, ya que es un gran
compromiso también, pero es un trabajo que te llena de muchísimas riquezas y
que lo vuelvo a repetir, te abre a lo sorpresivo de la vida misma.
Mijal:
A mí me gusta que es como un especie
de pizarra en la que está todo por escribirse. Me gusta poder intervenir en
momentos concretos y después ver de qué forma y ángulo se plasma la
intervención, qué se pudo hacer con el paciente, si funcionó o no. La parte que
más me gusta es cuando funciona, por supuesto, pero cuando no funciona, creo
que se convierte en un reto personal y eso para mí es fundamental. Creo que hay
una confrontación con uno mismo y eso me parece muy rico, no solamente por mi
propia subjetividad, sino porque me exige encontrar vías para poder entrar a
una problemática de pronto muy cerrada y me exige derribar mi propia
problemática, me exige flexibilizarme. Me apasiona el psicoanálisis y me apasiona
leer la problemática desde ahí y y creo que también me gusta no entender y
enfrentarme con la incertidumbre.
Cuando
empiezo un caso como acompañante siento que estoy entrando en algo
completamente desconocido, que no se qué va a pasar. Es decir, por supuesto que
están las coordenadas del caso, pero es como entrar a una habitación a ciegas y
poder soportar esa ceguera inicial para que después con el acto de la palabra
se vayan iluminando ciertos rincones y más adelante se pueda ir conectando la luz
de los rincones hasta empezar a iluminar la habitación completa. Creo que lo que
más me apasiona es el aventurarme entrar en esta parte oscura y después empezar
a ver como se va aclarando todo.
Doxa: ¿Cuál es su propuesta académica y de qué manera uno
se puede formar como acompañante terapéutico?
Ignacio:
Nosotros como Lazo y voz funcionamos desde
dos vías principales: la parte clínica y la parte formativa. La parte clínica
es donde armamos el equipo de trabajo, coordinamos, supervisamos y somos
acompañantes terapéuticos; trabajamos en red con diferentes profesionales, como
psiquiatras, psicoanalistas, terapeutas, neurólogos, etc. En la parte formativa
contamos con seminarios que hacemos de forma anual. Este seminario dura un año
y ahí incluimos a diferentes expertos en acompañamiento terapéutico, en psicoanálisis,
en psiquiatría y en improvisación teatral entre otras prácticas. El seminario
no es solo teórico, también es práctico ya que hemos generado alianza con
diferentes instituciones que nos permiten llevar a cabo la práctica de las
personas que se forman con nosotros. Planteamos
el seminario de acompañamiento justo como un cruce de diferentes disciplinas y
perspectivas, invitamos a gente que tiene ya mucho tiempo trabajando con el acompañamiento
para poder problematizarlo; nos interesa sobre todo poder repensar el
acompañamiento desde su práctica en el contexto socio-cultural de México. En Argentina
el acompañamiento se produjo en un momento muy particular y las características
argentinas inciden directamente en la práctica. Por ende, a nosotros nos
interesa que en el seminario podamos repensar el acompañamiento y ubicar cuáles
son las condiciones propias de nuestro país para poder llevarlo a cabo.
Diana:
Cada módulo dura un mes y los ponentes dan cuatro o seis sesiones, de dos horas
de trabajo. Al finalizar la útlima sesión del módulo, despues de las dos horas
de trabajo, algún experto en el Acompañamiento Terapeútico ya sea de México, de
Argentina o de Brazil, prepara un tema de importancia en relación a lo
trabajado en el módulo que acaba de concluir.
Doxa: ¿Cómo queda la certificación del acompañamiento
terapéutico en México?
Ignacio:
En México la formación del acompañamiento terapéutico no es como en Argentina
en donde es abalada por el gobierno o por instituciones de educación superior.
Aquí desde hace unos cuantos años se forman acompañantes terapéuticos en
diferentes grupos y asociaciones a través de seminarios y cursos. Pero antes no
era así, el acompañamiento en México existe desde hace ya veinte años, sin
conocerse como tal. Por ejemplo, el analista le decía a un colega “ayúdame
porque esto no está funcionando, necesito que hagas el mismo trabajo pero
afuera” o “ve y despiérta al paciente, que vaya a su trabajo y luego ya te
vas”. Entonces, operaba así, sin nombre,
no tenía los lineamientos que ahora de alguna manera existen. Estamos trazando
el camino en relación con la certificación, pero no creo que ocurra pronto,
aunque para el beneficio de los acompañantes y de los pacientes que trabajan
con esta modalidad sería imprecindible que se lograra cuanto antes.
Enero
2014
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