Entrevista realizada por
Conocí a Helí
Morales en su seminario Fantasía-Fantasma/Síntoma-Sinthome y quedé
completamente fascinada por la energía y pasión con las que clase con clase
trasmitía el conocimiento acerca del psicoanálisis, logrando captar el interés,
despertar la curiosidad y (¿por qué no?) apasionar por el saber a todo
asistente del seminario.
Helí Morales,
psicoanalista y miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana, aceptó con toda
la amabilidad característica de su persona a compartir su experiencia en
el campo psicoanalítico por medio de esta entrevista.
K:
Muchas gracias por aceptar esta entrevista, Helí, es un honor. Para empezar
quisiera preguntarte ¿de que manera llega el psicoanálisis a tu vida?
HM: Llega en dos tiempos: cuando yo era niño, encontré en la biblioteca de
mi padre (cabe aclarar que mi padre es marino, así que no tiene nada que ver con los libros) un libro que hablaba de Freud.
Yo tenia nueve años, para mí no significaba nada, a los nueve años ni lees; curiosamente
me puse a leer y algo de lo que ahí leí me impresionó mucho, tan es así, que
fui a la Librería de Cristal a comprar algo del señor Freud; me vendieron dos
tomos que se llaman “Freud obras
escogidas”, no sabes la emoción que yo tenía a los nueve años de tener esos
libros. En esos tomos había un escrito de nombre: “Psicopatología de la vida cotidiana” y quedé fascinado, más el
segundo texto de Freud me decepcionó muchísimo, era “El
tabú de la virginidad”, evidentemente un niño ve esas cosas. Me acuerdo de
una gran emoción de tener esos libros, pero ahí quedó, después, a los
diecisiete años, me voy a vivir a
Inglaterra, estrictamente a Cambridge y conozco amigos importantes para mí que
tenían que ver con movimientos radicales de izquierda, es decir exiliados,
mucho mayores que yo. Me fui a Cambridge a estudiar un año a la universidad, porque
exenté todas las materias, acabé antes de tiempo, pero yo ya había hecho el
examen para estudiar economía…en el ITAM!!!
Me voy a Europa en 1978 y allí se me abre el panorama y un día vuelvo a
encontrar un libro de Freud en la biblioteca de la novia de mi amigo que era
gente radical de izquierda y, además, psicóloga; él era economista. Lo vuelvo a
leer y me doy cuenta, que yo no quiero ser otra cosa que psicoanalista; no
quería ser ni psicólogo, ni filosofo, ni psiquiatra, ni médico, yo quería ser
psicoanalista, entonces, regreso a México y busco dónde estudiar en las universidades
para ser psicoanalista (obvio sabemos hoy que eso no existe). Fundamentalmente
me dijeron que había que estudiar psicología y estudié psicología para poder
ser psicoanalista. Desde el primer día de la universidad empecé a leer a Freud,
entonces, no te sé decir qué es, pero no es fácil soñar con ser psicoanalista.
Sí dudé. A la mitad de la carrera, me hice bolas y me pregunté muchas cosas. A
los veinte años uno sí duda si quiere ser psicoanalista, entonces, buscando mi
camino me fui a navegar, me metí de marino. Como mi padre era marino, viajé por
Sud América. Sin embargo, me llevé “Estudios
sobre la histeria” de Freud, texto que estaba en ese libro comprado desde
los nueve años.
El programa de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, era,
en esa lejana época, Freudo-Marxista, así desde que yo entré comencé a leer a
Freud y a Marx y a los diecinueve años, al año de empezado los estudios
universitarios, decidí que me iba a ir a
Paris en cuanto acabara la Universidad. Acabé la universidad pero no me fui a
Paris inmediatamente, comencé una maestría en psicoanálisis en el CIEP. En
donde se estaba haciendo la maestría, al año de iniciada abren una convocatoria
para ser aprendiz de psicoanalista en una fundación para pacientes de bajos
recursos (FMP) y para mi allí es donde empieza mi formación.
Empiezo a trabajar con pacientes, tenia supervisión y presentación de casos clínicos. Estaba
increíble. Yo tenia veintitrés años. Después acabo la maestría teniendo pacientes
y sí decido irme a Paris. Viajo a París en 1984 y me voy a hacer otra maestría
a trabajar fundamentalmente en el campo de la psicosis. Mi sueño era también
hacer mi doctorado. Desde la universidad lo que más me llamaba la atención era
la relación entre el psicoanálisis y la política, pero aparte de eso, la
dimensión clínica con la psicosis. Entonces, desde la mitad de la universidad
yo me vinculo con movimientos políticos de anti psiquiatría y allí conozco a
Lacan, es decir, conozco la teoría Lacaniana. Lacan seguía vivo en ese entonces.
Viene un discípulo de Lacan a México que estaba vinculado a una red anti
psiquiátrica que es Félix Guattari. Es por esta razón que yo decido que quiero
estudiar con Lacan y que quiero estudiar con Foucault y que quiero estudiar con
ellos, así fue la entrada. Terminé mi doctorado años después en la Escuela de
Altos Estudios de París. Lacan y Foucault ya habían muerto.
K:
Con eso me estás dando pie para hacerte la siguiente pregunta. Mencionas mucho
a Freud, pero después descubres a Lacan. ¿Qué es lo que hace que te inclines a
él?
HM: Es muy interesante, te voy a decir por qué. Yo entro a la universidad
en 1978. En 1980 (Lacan estando vivo) leo un texto de Félix Guattari que se
llama “El anti Edipo”. Yo estaba vinculado al movimiento trotskista
internacional y Guattari también pertenecía al movimiento. Era un discípulo de Lacan
y escribe ese libro, que para mí era maravilloso, y al único al que trataba con
respeto era un tal Lacan, a Freud lo
trataban súper mal, a Melanie Klein no la bajan de tarada y a Anna Freud no tenía ni estatuto, entonces, sin
que en la universidad hubiera nadie que leyera a Lacan, yo conseguí los
escritos a mis 20 años y me puse a leer a Lacan por Guattari; me encantó, aunque
de ser sincero entendía poco como cualquiera. Cuando fui con mis maestros de la
universidad a preguntarles de Lacan no supieron resolver mis dudas, porque
ellos eran kleinianos fundamentalmente, freudo-marxistas-kleinianos del Circulo
Psicoanalítico.
Entonces, yo decidí que iba a estudiar a Lacan solo. En ese momento,
1980-1981 se publica el primer seminario de Lacan en castellano que es “Los escritos técnicos de Freud”. Lo leí
en diez días como loco, me parecía maravilloso. El problema era que en la universidad
no había a quién le interesara Lacan. Eso del estadio del espejo en Lacan, me pareció,
después de Freud, algo extraordinario. Para mi tesis de la licenciatura quise
plantear que había un segundo estadio de espejo en la adolescencia. Para eso
trabajé a Lacan, a Sartre y a Freud. Cuando lo llevo a los sinodales me dicen
que no, porque no había nadie que me asesorara sobre Lacan. Igual la hice y así
me fue (ríe). Es decir, yo conocí a Lacan solo, como conocí a Freud en la
biblioteca de mi padre. Conocí a Lacan por el libro de Félix Guattari (miembro
de la escuela freudiana) y allí empiezo a leer, muy joven, los escritos de Lacan.
Hubo un congreso en Querétaro de psicología en 1981 y allí estuvo Néstor
Braunstein que acababa de sacar un libro que se llamaba “Hacia Lacan” que me gustó. Entonces, yo lo fui a ver a él y a
Frida Saal que habían escrito un libro de Lacan y ahí decían que había una maestría.
Entones, yo terminé el viernes la licenciatura y el lunes me inscribí a la maestría
sobre Lacan. Yo era el más feliz, porque era la primera generación de la
primera institución sobre el psicoanálisis que tenia que ver con Lacan. Ahí es
donde después salió la convocatoria en la
fundación mexicana de psicoanálisis para trabajar con pacientes de bajo
recursos. Como mucho en la vida, fue un azar. Fue un azar encontrar a Freud, a
Lacan no tanto porque yo ya había decidido ser psicoanalista, estaba en la
universidad. A los veinte años pensaba mucho más en la revolución que en el
diván. Lo conocí al azar y después a la letra. Yo me he formado a la letra, ya
después busqué a maestros que me ensañaran. Pero primero encontré los textos, a
diferencia de mucha gente que primero está el maestro y luego está el texto.
K:
Por esa iniciativa que te ha guiado a lo largo de tus años de estudio, ¿te
consideras una persona autodidacta?
HM: Si bien creo que encontré solo a Freud y a Lacan, yo sí me reconozco
en una genealogía de gente que después me enseñó lo que tenía que ver con Freud
y Lacan. A lo mejor uno podría hacerse el mito del self made man (“yo me hice solo”), pero no es cierto ni lo
reivindicaría. Después de todo, soy un hombre de academia. Es decir, termino la
universidad un viernes, el lunes me inscribo en la maestría. Termino la primera
maestría y ya estoy haciendo aplicación para la segunda maestría en Paris.
Acabo la maestría en Paris a los 25 años, porque decido hacerla en menos tiempo
del que quieren, y me meto al doctorado inmediatamente. Es decir, siempre he
transitado por esas vías, yo sí creo que mi formación ha tenido que ver con
transferencias, una transferencia al texto: a Freud, a Lacan, a Frida Saal, que
fue mi primer analista, a la gente que formaba parte de la maestría.
En ese tiempo viene Erick Laurent que había sido analizante de Lacan, yo
decido que me quiero analizar con alguien que se hubiese analizado con Lacan,
porque me importaba mucho ese nivel de trasmisión. Entonces, me voy a Paris a
hacer el doctorado, a leer a Lacan en francés, a analizarme con alguien que se
había analizado con Lacan, como era el caso de Erick Laurent, a estudiar y a
trabajar con psicóticos con Félix Guattari, que era discípulo de Lacan, es decir,
a lo mejor sí mi impulso hacia el psicoanálisis nació solo, pero yo sí me
reconozco en una genealogía. Reconozco que tuve maestros, tuve análisis y para
mí eso me ubica en un lugar dentro de la historia del psicoanálisis.
K:
¿Qué es lo que encontraste en Lacan que hiciera que ya “no lo soltaras”?
HM: Primero Lacan era psicoanalista, era muy importante. Cuando leo a
Lacan, es el primer autor que me hace darme cuenta que allí había algo
radicalmente nuevo sin negar a Freud. Lacan tiene algo genial; tiene algo de creador,
de inventor, tiene una inteligencia que se junta con el artista. Esa relación
artista-psicoanalista-pensador me gustaba mucho. En Freud me gustaba el
pensador científico, él es un científico. Lacan no, él es un artista, un
creador. De Lacan primero leí “El estadio
del espejo” y después “Función y campo de la palabra y lenguaje”
y me parecía estar leyendo a alguien como una estrella en medio de la noche y
nunca más lo solté.
En París leí todos los seminarios de Lacan, leía uno por mes, los 24
seminarios, cuando ni siquiera estaban establecidos. En frente de la Escuela Freudiana
de Paris había una fotocopiadora, entonces, quien tomaba la estilográfica de
Lacan llevaba allí a fotocopiar los seminarios. El dueño de la fotocopiadora se
avivó y sacó una copia de cada seminario; no era un libro, era la fotocopia y yo
leía un seminario al mes, mientras más lo leía más me emocionaba. Tiene que ver
con la transferencia: encontré un artista, un pensador, un clínico, a demás muy
difícil. Eso me gustaba, que fuera difícil me gustaba.
K:
Con toda esa dificultad, ¿cómo encontraste el camino hacia la comprensión de
los textos de Lacan?
HM: No lo sé, lo difícil no me asustó, me hacía leerlo con más ganas. En
el fondo es un mito que es difícil de leer a Lacan, lo que pasa es que uno es
ignorante, esta es la diferencia. De lo que yo me di cuenta, es que para leer a
Lacan no se puede leerlo solo. Es decir, tienes que tener tu texto de Lacan, tu
texto de Freud, un diccionario en ingles, uno en latín, uno en alemán, libros
de lingüística, libros de filosofía, porque lo que hace Lacan es que te lanza,
te abre. De repente en Lacan hay una palabra en latín, entonces hay que ir al
diccionario en latín. Siempre es bueno tener un teléfono junto para hablarle a
alguien y decirle “Carajo, pinche Lacan, no entiendo nada” (ríe), entonces no
hay que estar solo. Pero Lacan es un remolino, tiene una fuerza centrifuga que
te lanza a estudiar otras cosas. Para leer a Lacan hay que estudiar filosofía,
lingüística, antropología, hay que saber buscar en alemán (si es que uno no
habla de alemán), evidentemente en
francés, en latín y a Freud. Hay que leer a Freud, a Hegel, a Wittgenstein, a
Russel, Levi-Strauss, Heidegger. Eso implica que la formación de un psicoanalista
o es apasionada por el saber o no es.
Los psicoanalistas son, tal vez, los últimos animales de la ilustración, porque
te tiene que gustar el saber, te tiene que apasionar el saber. Porque si te da
flojera, no vas a ser psicoanalista, no lacaniano por lo menos. Lo que Lacan
exige es la pasión por el saber y si a uno le gusta saber, con Lacan tiene una
plataforma maravillosa, porque te exige, te exige mucho. ¿Pero de qué otra modo
podría ser uno psicoanalista?
¿Hoy en día qué hace la gente? Se
vuelve especialista en algo chiquitito y estudia todo lo que todavía es más chiquitito
de esto. Entonces, eres especialista en el ojo izquierdo en el nervio de atrás.
El problema de los especialistas es que nos han vuelto ignorantes de este
saber. Y ¿por qué sabe uno? Porque el dolor de la gente que nos va a ver es muy
exigente. Para poder intervenir allí (donde cada existencia es diferente a otra)
hay que estudiar muchísimo, hay que pensar muchísimo y Lacan es eso. Lacan no
es para flojos, si uno es flojo ni se mete a estudiar a Lacan, no se si a otros
psicoanalistas. Esto también es una pasión por la dificultad.
K:
¿Cómo se forma un psicoanalista?
HM: La formación del analista implica para mí al menos tres áreas: hay que
estudiar mucho en alguna escuela, institución o grupo de estudio, haberse
analizado (haber pasado por una experiencia propia del análisis) y tener una
practica muy cuidadosa que incluye supervisión, ateneos, discusión de casos. Es
decir, el psicoanalista se forma en esa trenza indisoluble, en ese nudo
borromeo que por un lado es el saber de la letra, que es un lazo con los otros,
con el mundo, con la universidad, con la escuela o las instituciones
psicoanalíticas. Por otro lado, tiene que ver con el análisis personal, es
decir preguntarse por la locura, por el goce, por la sexualidad y poder saber
que hay algo de eso que uno está tramitando y después tiene que ver con la
práctica, es decir, un cineasta que no hace películas no es cineasta. El
problema con el psicoanalista es que no se puede empezar a trabajar
clínicamente sin que por un lado tenga ya un análisis personal, y sin que uno
supervise lo que implica esa practica. El psicoanalista no es un profesor, no
es un sabio, se parecería más a un hechicero, en donde tiene que saber hacer,
no tiene que saber acumular información. Tiene que saber que todo eso que
estudie en el momento que está ante alguien tiene que ser puesto en tensión
porque yo no sé quien es el otro. ¡Que paradoja! Tengo que saber mucho para
reconocer que no sé quien es el otro. Porque cada historia es diferente, tiene
enigma. Tengo que tener herramientas para recibir ese enigma sin apurarle un
saber que lo suture. Me refiero a que hay otras prácticas que escuchan a alguien
y lo piensan en relación al DSM-IV o al DSM-V, desde allí se plantea que ya se sabe
como es el otro: “soy un especialista y a partir de eso hago un diagnostico y
un tratamiento”. El psicoanalista, al reconocer que cada historia es singular,
tiene que poner en acto una docta ignorancia para poder intervenir. El analista
interviene con su ser, con su cuerpo, con su no-ser, es decir, es una praxis
que es de la palabra con consecuencias. El psicoanalisis es un saber con
consecuencias, donde está incluido el cuerpo del analista: uno escucha, uno
está allí, si no, no hay tal.
K:
Con esos tres pilares de preparación en ¿qué momento podría considerarse que
uno está listo para llamarse psicoanalista?
HM: Hay dos formas de formarse como analista: una que podríamos
llamar institucional, que está
reglamentada y tiene que ver con la APM (Asociación Psicoanalítica Mexicana) y
la IPA (International Psychoanalytic Association). Ahí lo que se plantea es que se tiene que hacer un programa de
estudios, se tiene que analizar al menos cinco años (ellos le dicen a uno con
quien por medio de una lista), se tiene que supervisar por un cierto tiempo
establecido (ellos dicen con quién). Una vez que se cumplen todos los requisitos
institucionales, la asociación le nombra a uno psicoanalista.
La otra vía para mí es la formación por transferencia, es decir, uno tiene
que estudiar mucho, analizarse con todo
lo que implican las consecuencias; empezar a tener practica clínica con
supervisión, con ateneo y con discusión de casos clínicos. Pero como no hay una
institución que diga cuántos años de análisis, cuántos años de estudio, cuántos
de supervisión, lo que sostiene eso es la ética. La ética que se trabaja en el
análisis. ¿Cuándo uno se da cuenta que es analista? Cuando uno ya no puede
hacer otra cosa. Es decir, uno es muchos años aprendiz de psicoanalista. Hasta
que un día, por la ética de que uno ha logrado y que ha sostenido todo el
proceso, puede nombrarse o es nombrado
desde afuera como psicoanalista.
La primera es más segura, pero no te asegura nada. La otra es mas
insegura, pero si no tienes una ética, nunca serás psicoanalista. Es decir, si
alguien estudió una maestría y un doctorado y tiene pacientes, pero no se ha
analizado, jamás será un psicoanalista. Alguien se analizó 20 años, pero nunca
ha abierto un libro de Freud o Lacan, no será analista. Esta es la dificultad.
Entonces, lo que yo creo es que uno tiene que elegir o la vía institucional o
la vía de la transferencia. En la segunda eliges dónde estudiar, con quién
estudiar, con quién supervisar y con quien analizarte. Hay instituciones psicoanalíticas
que no es la APM: están las asociaciones y escuelas fromianas, kleinianas, freudo-marxistas
y las lacanianas: Y después, si uno lo desea, ya se incluye en una escuela
psicoanalítica. Es decir, no es como otras formaciones. Porque el psicoanálisis
es una profesión liberal. La formación institucional
corre el riesgo de medicalizar al psicoanálisis; habrá quien elija esa forma,
yo no me formé así.
Yo me formé por la vía de la transferencia, universitariamente yo tengo
puro “10” en la universidad; mi promedio es de “10” cerrado. Te dan una medalla
al final. Todas mis tesis han sido con mención
honorifica, de hecho en la tesis de doctorado saqué mejor calificación que
Lacan, porque él sacó “honorable” y yo saqué “muy honorable”. Además, yo me he
analizado más de 18 años entre todos mis
análisis. A veces extraño el diván, poder acostarte y decirle a alguien “help
me”. Ahora estoy en otro lugar, yo formo analistas, estoy en un lugar de transmisión,
pero porque me la jugué.
K:
¿Regresarías al diván?
HM: Yo hice un fin de análisis, me sentía muy orgulloso, muy lacaniano y
después la vida me exigió volver al análisis, lo hice y me sentí muy contento,
a pesar de que según yo ya había hecho un fin de análisis. En eso Freud tal vez
tiene razón en “Análisis terminable o interminable”.
Si yo como hombre, como ser humano, como psicoanalista me diese cuenta que hay
cosas que no puedo vivir con la alegría que me da mi pasión yo claro que, a
pesar de haber terminado un análisis, claro que volvería al análisis. Es un
espacio maravilloso, pocas experiencias en la vida son tan intensas: el odio,
el amor, la sexualidad y el análisis.
K:
¿De que forma el ser analista influye en tu vida cotidiana?
HM: Freud escribió un texto de la “Psicopatología
de la vida cotidiana” en donde le da ciudadanía a cosas de la vida que a la
gente no le parecen importantes: soñar, equivocarse, hacer lapsus, tener
síntomas, que te duela la existencia, el amor, el trabajo. Si de algo trata el
psicoanálisis es de la vida cotidiana. Yo no vivo todo el tiempo como
psicoanalista, pero la arquitectura de mi vida tiene que ver con el
psicoanálisis, es decir, desconfió de los que dicen que saben todo, me río de
los que creen que tienen el poder, me angustio cuando encuentro a alguien que
me muestra todo lo que me falta. Uno está advertido de muchas cosas. Ahora
cuando uno es sujeto, el psicoanálisis está adentro.
Si voy a una fiesta no tengo cara de palo psicoanalítico; pero si vas a una
fiesta y hay una analizante ¡Oops! Pero bueno, depende de cada analizante: hay
analizantes a los que ver a su analista es muy complicado y hay a los que no.
En mi asociación nos reunimos a congresos y discutimos y peleamos y hay algunos
que son analizantes. A mí me tocó estar en instituciones donde estaba mi
analista. En general, lo que hace uno, como todos, es juntarte con los de tu
tribu. Entonces, los psicoanalistas intentan no coincidir con los analizantes,
pero bueno, siempre nos encontramos en la cineteca o en algunos conciertos.
Pero no me preocupa demasiado, yo afuera soy un sujeto, ya en análisis, el
analizante dirá lo que sucedió con eso. Pero mi vida para mi es impensable sin
el psicoanálisis. ¿Pero cual vida no? El psicoanálisis no es un trabajo, no es
un estilo de vida, es una vida de estilo y lo que yo me planteo es la dimensión
del estilo y eso a mi me lo enseñó el psicoanálisis.
K:
Helí, mencionas tu institución, ¿podrías platicar un poco de eso?
HM: Hace algunos años con unos amigos y amigas formamos un movimiento psicoanalítico
que se llama la Red Analítica Lacaniana (REAL) e intentamos que fuera una
alternativa a las instituciones clásicas del psicoanálisis. Las instituciones
del psicoanálisis lamentablemente están hechas como la iglesia, como el estado:
hay un presidente, un tesorero, un vocal y cada cierto tiempo cambian, se rotan
los papeles y los lugares. Nosotros tratamos de hacer un movimiento alternativo
(por eso se llama “red” y no “escuela” o “sociedad”) donde no hubiera ni jefe,
ni coordinador, ni maestro, sino que trabajáramos a partir de colectivos. Se
trata de trabajar al menos tres, dos más uno, en colectivos que se reúnen bajo
cualquier circunstancia para trabajar los textos o las ideas de Lacan, de Freud
o de ellos. Nuestra instancia fundamental es la comisión de enlace, donde cada
colectivo tiene un(a) comisionado(a) que asiste a esa comisión a construir
nuestro movimiento. La apuesta es diseñar, implementar y accionar una
transferencia al psicoanálisis, a los textos de Freud y a la enseñanza de Lacan.
La propuesta es producir, escribir, estudiar; vivir y transmitir el
psicoanálisis.
Somos una asociación que tiene dos revistas, una editorial, que ha hecho
once congresos, cuatro jornadas internacionales, además, formamos partes de un
movimiento internacional que se llama Convergencia,
movimiento lacaniano para el psicoanálisis freudiano en donde hay colegas
de países como Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Francia, Italia,
España, Francia, Bélgica, China y México. Teníamos hasta hace poco una maestría
en psicoanálisis y cultura en convenio con una universidad a partir del Colegio de Altos
estudios de REAL. Realizamos seminarios, encuentros, ateneos, cursos y, de ves
en cuando, hasta nos divertimos.
K:
¿Cómo podrías evaluar la situación del psicoanálisis en México?
HM: En México el psicoanálisis entra por la vía de la psiquiatría, porque
los primeros que se interesan por leer a Freud son los psiquiatras y después los
artistas. Mas tarde, ya de manera más organizada, comienza la formación de las
asociaciones de psicoanálisis, principalmente, aquellas ligadas a la IPA y sus
disidencias. Tiempo más adelante, se constituyen las primeras escuelas y
asociaciones de psicoanalistas lacanianos. Hoy en día, el psicoanálisis en México
tiene diversas posiciones y esto ha hecho una diversidad, pero yo creo que el
psicoanálisis está en crisis. No le ha sido fácil establecer en México un lugar
dentro del campo clínico ni cultural. También, le ha costado mucho tener una
posición dentro de la universidad. Hay que aceptar, que cada vez hay menos
psicoanalistas enseñando y transmitiendo en las universidades. También en el
campo de la cultura ha costado trabajo hacerse un lugar. Sin embargo, no
dejamos de insistir.
Por otro lado, no importa la escuela la que se pertenezca, hay
psicoanalistas muy valiosos en México, gente muy estudiosa que tiene muchísimo
que aportar. Pero en relación a otras prácticas, yo siento que el
psicoanálisis está en un momento crítico. Los tiempos que estamos viviendo no
son fáciles. A la gente lo que le importa es arreglar su vida lo más rápido
posible. La gran propuesta clínica en esta modernidad es la medicalización. ¿Usted
tiene un problema? Tómese esta pastillita. ¿Usted tiene un problema? Vaya a una
terapia fast track, porque el mundo
de hoy exige que todo tiene que ser rápido y desechable. El psicoanálisis no, por
ello es bastante atípico, te dice que la existencia implica un trabajo, una
elaboración; una escritura. No es un producto fácil de consumo. De hecho, no
atañe al consumo sino a la elaboración de los dolores de la existencia. Y eso,
nunca es rentable. Por otro lado, es un saber que es respetado en distintos
espacios y cuya práctica tiene mucho que aportar a la cultura, la clínica y la
vida misma. El psicoanálisis hace síntoma en nuestros tiempos: a la sociedad no
le gustan ni el psicoanálisis ni los psicoanalistas porque hablan de la muerte,
de la sexualidad, de lo que no se debe hablar, de lo que en el fondo no está
padre de hablar: del padre, de todo eso. Hay colegas que tienen esperanzas en
que nuestra práctica ocupe un lugar diferente, yo no tanto. Yo creo que el psicoanalista
tiene algo de outsider, algo difícil
de tramitar para la sociedad. De algún modo, el psicoanálisis es un malestar en
la cultura. Es un discurso que dice lo que se prefiere no oír. Es una clínica
que apuesta por el sujeto y sus laberintos aunque, recorrerlos, implique tocar
las dimensiones trágicas y maravillosas de la existencia.
K:
Desde tu punto de vista, ¿qué es lo que se debería de hacer para “salvar” el
psicoanálisis?
HM: No se si se trate de salvarlo como de hacer que siga con vida. Y para
ello, lo primero es que no se convierta en religión. El psicoanálisis no sólo
no es una religión sino que no puede serlo si quiere ser lo que es. Segundo que
los psicoanalistas nos diéramos el espacio de hablar en la universidad, en los
espacios de la cultura y el saber sin dejar nuestras asociaciones ni nuestra
singularidad. Yo creo que a los psicoanalistas nos hace falta vincularnos más
con el campo de la cultura y, la universidad, es un espacio importante. No creo
que el psicoanálisis muera salvo si se vuelve religión, la religión es lo único
que va a sobrevivir, porque le da sentido a la vida, porque te promete un mas allá
de la muerte. Mientras que psicoanálisis te dice que lo difícil está aquí, después
no sabemos.
Yo creo que hay gente joven que ha encontrado en el psicoanálisis algo muy
fuerte, hay una clínica muy fuerte. Yo lo que puedo decir, es que la clínica psicoanalítica
es una de la clínicas más poderosas que han existido en la historia del pensamiento
humano. Y Lacan, fundamentalmente Lacan, abre un pensamiento clínico de grandes
potencialidades humanas en ese sentido, no es del lado del humanismo, es del
lado de la humanidad. Yo creo que el psicoanálisis es un saber importante de lo
humano, como no ha habido en mucho tiempo. A lo mejor, sería importante salir del ghetto
psicoanalítico y abrirnos a otros espacios, pero tampoco sé si eso puede
cambiar la situación.
Junio
2013
mi querido Helí. Leonor H
ResponderEliminarHola; necesito el telefono de Heli. Fui su paciente por 15 años y ahora me urge contactarlo, ¿sería posible que me dieran sus datos?
ResponderEliminarHola; necesito el telefono de Heli. Fui su paciente por 15 años y ahora me urge contactarlo, ¿sería posible que me dieran sus datos?
ResponderEliminarSaludos y fuerte abrazo
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