miércoles, 31 de julio de 2013

                       Apalabrar o morir

Apalabrar suena tan sencillo que parece hasta risorio cuando lo escuchamos (por ahí, en la escuela, en clases psicoanalíticas, en seminarios): el síntoma es una palabra del cuerpo que no ha podido ser simbolizada, en él está la verdad del sujeto. Y pensamos ¡qué tontería!, ¿cómo va a ser posible que las palabras enfermen? Si es fácil decir lo que se tiene o lo que se siente, claro, hasta que nos toca estar en ese lugar o en esa posición, donde las palabras no son fáciles, porque no alcanzan a describir el sentir, porque no llegan ni a rozar la parte más superficial. Cuando quieres decirlo y abres la boca, pero las palabras no salen y te das cuenta de la horrible verdad, el lenguaje no te alcanza, no es suficiente, no es eficiente, no abarca y no abraza, descubrir que hay algo que el lenguaje no puede atrapar y se escapa, quieres gritarlo y no hay cómo. Todos hemos pasado por ahí, ¿cierto?

 
Pero por más incoherente que nos suene, las palabras no dichas se manifiestan en el cuerpo, algunos le llaman somatización otros síntoma, pero al final es lo mismo, algo que no ha podido salir (del todo) de nosotros, de alguna u otra manera, y el cuerpo lo resiente. Cuando la palabra calla, el cuerpo habla. 

 
¿Qué papel juega el psicoanálisis en el síntoma? Aquí el analista, por medio del discurso, va descubriendo la cadena de los significantes que revela el inconsciente del sujeto, así puede confrontarlo con su falta para hacerlo consciente de la misma y así desde la transferencia lograr que se restructure, pero dicha restructuración no es porque se haya llenado o cubierto la falta,  es porque el sujeto ha entendido su falta y la acepta, así deja de generar síntoma.

                                                    Elisa Belem Vázquez Torres

No hay comentarios:

Publicar un comentario